FUENTE – El Deber
Hace 30 años, el terrorismo islámico golpeó a la comunidad boliviana en Argentina. La justicia en este país ha determinado que el atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), ocurrido el 18 de julio de 1994, fue planeado por el gobierno de Irán y ejecutado por la organización terrorista Hezbollah. Entre las 85 víctimas, se encontraban seis bolivianos cuyos familiares aún claman por justicia.
El atentado, considerado el mayor en la historia de Argentina y el segundo más grande contra la comunidad judía desde la II Guerra Mundial, dejó más de 300 heridos y un dolor que persiste en la memoria de los sobrevivientes y los familiares de las víctimas. Las sirenas de los bomberos, ambulancias y policías resonaban en el aire mientras la noticia se difundía por todos los medios, un recuerdo imborrable para quienes lo vivieron.
Erwin García Tenorio, Adhemar Zárate, Juan Vela, Eugenio Vela, Rimar Salazar y David Barriga son los nombres de los bolivianos que perdieron la vida en este ataque. Sus familias, asentadas en Argentina, se sienten olvidadas y marginadas tanto por las autoridades argentinas como por las bolivianas.
Cinthia Barriga, hija de David Barriga, recuerda cómo su padre, un albañil que también tocaba el acordeón, se despidió de ella y su familia esa fatídica mañana. «Fue un momento caótico,» relata. «Mi papá fue hallado sin vida cinco días después, debajo de los escombros.»
Cinthia cuenta cómo su madre sufrió la pérdida, llegando al punto de salir de casa con su hijo recién nacido para esperar el regreso de su esposo, aunque sabía que nunca volvería. La vida de su familia cambió para siempre, y aunque recibieron una indemnización durante el gobierno de Cristina Kirchner en 2015, sienten que han sido olvidados por las autoridades.
Bertha, tía de Adhemar Zárate, también compartió su dolor. «Adhemar y su primo Carlos trabajaban en la AMIA haciendo refacciones cuando ocurrió la explosión. Carlos se salvó, pero Adhemar falleció,» recuerda. Participa en los homenajes cada 18 de julio, llevando la foto de su sobrino y pidiendo justicia y memoria.
A pesar de la distancia temporal, el pedido de justicia sigue vigente. Los familiares de las víctimas esperan que los verdaderos culpables paguen por el daño causado y que tanto las autoridades argentinas como bolivianas no olviden a los suyos.
Este atentado no solo dejó una herida profunda en Argentina, sino también en Bolivia, un país que vio partir a seis de sus ciudadanos en busca de una vida mejor y que encontró la tragedia en el camino. La lucha por justicia continúa, manteniendo viva la memoria de los que ya no están.
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