Por Ricardo V. Paz Ballivián

Todos están de acuerdo en que Bolivia está viviendo el fin del ciclo político del MAS. El proyecto de implantar un sistema de partido hegemónico ha fracasado. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que el MAS (o lo que representa) deje de gravitar todavía, de manera muy importante, en la política nacional. De hecho pienso, como lo advertí en otra columna hace unos días, que la probabilidad de que gane nuevamente las elecciones es evidente.

El MAS (o lo que representa) es una confederación de organizaciones corporativas, auto denominadas “movimientos sociales”, que tienen intereses, canonjías, prebendas y privilegios, obtenidos sobre todo en las últimas dos décadas, que no están dispuestos a poner en riesgo. La complicidad y la necesidad los obligará a unificar su alternativa política de abajo hacia arriba y, pragmáticos y astutos como son, lo harán en torno a la candidatura de Andrónico Rodríguez, para dar una impresión de renovación generacional, que saben es lo que demanda la gente.

Obviamente, Andrónico Rodríguez no implica ninguna renovación, es más de lo mismo y reproduce la ambición de los grupos corporativos por mantenerse en el poder a toda costa. Pero es una cara nueva, y esa es la ventana de oportunidad que los estrategas del MAS (o lo que representa), tratarán de aprovechar para embaucar a la gente. La próxima campaña de este sector será un esfuerzo descomunal por lograr una impostura de renovación generacional.

En el campo de las fuerzas democráticas, no ha surgido todavía una alternativa potente de renovación generacional, que emocione y seduzca al electorado. Las opciones actuales, responden con mayor o menor solvencia, a uno de los dos temas disparadores de voto en la próxima elección: la economía; pero no lograron aún responder a la demanda de cambio y renovación, el segundo gran asunto que definirá a quién van los votos en agosto.

Esta es la asignatura pendiente de las fuerzas democráticas. Quién logre dar una señal inequívoca y creíble en este sentido, puede hacer la diferencia. Todavía estamos a tiempo. Faltan más de cinco meses para la primera vuelta y casi tres para la inscripción de candidatos. Si la sensatez, la cordura y un mínimo de sentido estratégico se imponen, es muy posible que se pueda resolver una respuesta para la demanda de cambio y renovación que pide la ciudadanía.

Por otro lado, si las fuerzas políticas con representación parlamentaria, y las autoridades máximas de la Asamblea Legislativa y el Órgano Ejecutivo cumplen con su palabra empeñada y respetan lo que firmaron hace pocos días en el Tribunal Supremo Electoral, deberán sancionar y promulgar la ley que reglamenta la disposición constitucional, que obliga implícitamente a que se respete la paridad y alternancia, en todos los puestos de elección popular, incluido el binomio presidencial/vicepresidencial. Este hecho histórico garantizará que Bolivia, a partir de noviembre próximo, tenga una presidenta o una vicepresidenta elegida por primera vez en toda su historia. Esta será otra señal poderosísima de renovación y cambio.

Este fin de ciclo, exige que las fuerzas democráticas estén a la altura de la demanda de alternativas frescas, novedosas, creativas y audaces que reclama el electorado. No sirven ya las viejas fórmulas del pasado, ni siquiera del más reciente.

El mundo ha cambiado de manera radical en el último quinquenio. La civilización del espectáculo, las noticias falsas, la manipulación de la Big Data, la irrupción ilimitada de la Inteligencia Artificial y los enormes y abruptos avances de la neurociencia y la genética, nos obligan a responder de manera distinta a los nuevos problemas y desafíos.

Es el nuevo tiempo, el tiempo de los jóvenes. Aceptar esta realidad y actuar en consecuencia, no es una opción, es el devenir causal de la naturaleza. No nos resistamos y más bien acompañemos con esperanza y optimismo la nueva etapa que está naciendo.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera