Por: Diego Ayo

El señor Álvaro García Linera se afilió a la violencia desde principios de los 90 jurando colgar perros de los faroles. A su esmerado afán anticanino dedicó largas horas que le privaron salir profesional. El amateur de la sociología, ya en abril de 2025, no parece haber cambiado. El reconocido matachapis tiene una nueva vocación, menos vistosa, ciertamente, pero aún más delirante: “exterminar” empresarios. Es insano.

Sin embargo, debemos admitir que este distinguido criminal de perros se ha sofisticado. Matar quiltros generaría un repudio monumental en la población, pero, vaya paradoja, deshacerse de 25 malévolos empresarios generaría un selectivo, aunque enorme gozo. He ahí el asunto que conviene comentar. ¿Cómo puede ser que un sujeto que declara abiertamente la necesidad de tomárselas con los empresarios —agredirlos legalmente, expropiar sus bienes, amedrentarlos obligándolos a silenciarse— para solucionar los problemas del país haya sido vicepresidente durante 14 años? La respuesta está en la imperiosa urgencia de encontrar culpables. Ese ha sido el meollo del éxito de este extinguidor en serie: culpar. Culpar para avanzar político-electoralmente.

Veamos sus consignas.

¡Los empresarios son unos canallas por quedarse con toda la plata y dejar empobrecida a la población! O sea: no hay dólares pues estos asaltantes de cuello blanco los colocaron bajo su colchón. ¿Efecto? Aplausos: nosotros somos sanos, los malditos son esos ricachones roba-billeteras

¡Hay que quitarles su riqueza! Son sólo 25 tipejos que están lucrando con el sufrimiento del pueblo. ¡25 infelices que se han apropiado de todo! El violentador de chapis se olvida que, al menos hasta 2019, el pacto con la burguesía agroindustrial fue el rasgo distintivo del gobierno masista. Por ende, prosigue: ¿por semejante cantidad de bribones vamos a privar al pueblo de su alimento? ¡Nada, carajo!

¡Los extranjeros se enriquecen con nuestros recursos naturales! ¿Qué hicimos? Quitamos a esos viles italianos el manejo de Entel, a esos oligarcas brasileros el comando de YPFB y a una larga lista de extranjeros la administración de nuestra riqueza. ¡Somos soberanos y ningún gringo mamón se va a llevar nuestra plata!

¡Los blanquitos bolivianos se enojan por lo que digo!, y la razón es simple: ¡son empleados de esos extranjeros! Les encanta servir a sus amos. Nosotros no vamos a caer en esa ignominia. El cazador de chuchos prometiendo patear el trasero de los blanquitos azuzando el odio y el revanchismo. ¿Mal? No, en absoluto: fácil manera de despertar el apego de miles sino millones de bolivianos que van a votar.

¡Gente del público le aplaude entusiasta! ¡Sí! Una tropa de oligofrénicos argentinos aplaude al belicoso como si se tratara de festejar el gol de Messi a Francia en la final de 2022. ¿Por qué lo hacen? La razón es clara: “es un capo, no sólo es un redomado teórico, ¡es un pragmático! Si, festejan al académico con dos años de universidad y al agresor de empresarios con orgásmica actitud. La amplitud del público “aniquilador” es encomiable. Ya sabemos que hay millones de moscas deglutiendo heces.

¡Se llevan esa plata mal ganada a paraísos fiscales, ¡fuera del país! y ocultando los billetes mal habidos. He ahí la causa de la crisis que vive Bolivia: los ricos se han llevado los dólares a esas cuentas paradisiacas y secretas ¡lejos de Bolivia! ¿Qué tal? Metemos a los 25 a Chonchocoro y aparecerían los washingtones.

¡Si alguien critica a Linera es porque esos empresarios ya lo han comprado! O sea, no podemos siquiera criticar pues revelaríamos ser meros empleados del ricachón de turno que ejerce impiadosamente su poder contra los “hermanos”.

Como se ve, no es poco lo que se consigue: tienes a los culpables perfectamente identificados (son blancos y hablan en inglés), incentivas la más aguda rabia y resentimiento contra esos culpables, añades el detallito de los extranjeros que tienen que irse ¡ya mismo!, le das el cariz de la novedad analítica mencionando los “paraísos fiscales” (sus alcahuetes tiemblan de gozo ante esta refulgente novedad teórica propia de un complot mundial), tienes a un grupito de revolucionarios gauchos seducidos ante el violentismo del bachiller y, por último, destilas un discurso típicamente nazista: “ellos son los culpables, sólo debemos exterminarlos”.

Ya lo podemos distinguir, pero ¿tiene alguna oportunidad de anclar, o, mejor dicho, de seguir anclando, este maloliente discurso de odio con casi 20 años de prosperidad política? Claro. No basta decir que don Álvaro es un carnicero o cosas por el estilo. Ayudan, sin duda, agudizando nuestros sentidos y mecanismos defensivos. Sin embargo, no bastan. Sepamos que esa agresiva basura de ya décadas, genera votos. Sepámoslo. Es vital darnos cuenta de que estos políticos incendiarios hicieron su tarea: dejaron pobres a los pobres lucrando con su resentimiento.

Diego Ayo Saucedo el politólogo y analista.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera