Por: Diego Ayo
Me preguntaban mis estudiantes de la carrera de ciencias políticas cómo entendemos el pragmatismo político. Mi respuesta fue clara. Entendemos ese pragmatismo cómo la posibilidad de ser de izquierda, derecha, las dos cosas simultáneamente o, inclusive, ninguna opción o ambas debidamente matizadas, en caso de erigirse un gobierno de centro. O sea, eres del Bolívar y del Tigre a la vez. No tienes ideología. Lo que sí tienes es estómago y quieres tenerlo bien abastecido siempre.
¿Entienden? Pregunté y dijeron que sí, no, tal vez. Lo que me animo a contarles un poco de historia. Todos los masistas han caído. Se han estampillado. Los oprobiosos Quintana, Romero y García L. son desagradables recuerdos. Otras figuras, adscritas al actual MAS arcista, vienen preparando su equipaje con secreta solemnidad: saben que nadie los llamará y prefieren mandar su currículum a diversos rincones revolucionarios del planeta. Ahí desfilan los siete ministros corruptos del masismo tecnocrático. Otros, más osados, se lanzan a la candidatura presidencial como Copa o Del Castillo, quienes, en todo caso, no estuvieron las dos décadas del “proceso de cambio”. Son recientes.
Es decir, no hay nadie. Nadie que haya comenzado en enero de 2006 y esté hoy en cancha. ¿O sí? ¿Queda todavía alguien que haya gozado del poder estos 20 años y siga incólume? No lo creo o debería no creerlo, pero lo cierto es que si tenemos esa excepción debemos analizarla. Debemos saber cómo gambeteó la miseria masista y permanece aún de pie. Las balas de la batalla han dejado en el campo de guerra a decenas, cientos y miles de compañeros de ruta. Han fallecido. El mariscal del Chapare está boca arriba esperando que alguien se digne a regalarle un poquito de oxígeno. Todos están tiesos.
¡No! La cámara demuestra que alguien se levanta del campo de batalla y parece respirar. Alguien puso “rewind” y podemos ver que esta personita no estaba en el campo de batalla. Estaba detrás del mariscal del Chapare, insultando al ejército contrincante hablando de la revolución, los derechosos de enfrente, el imperio y tres o cuatro cosas repetidas ceñudamente durante aproximadamente 7000 días. Sólo cuando todos estaban tendidos se bajó de su corcel y se infiltró entre los caídos.
Impresionó a los rivales cuando la vieron encima de un cadáver, tratando de reanimarlo con una pizca de aire. Se lo creyeron. No vieron las imágenes que la mostraban tomando el cuerpo menos despatarrado para fingir a gusto de heroína. Había oído ruidos de la caballería enemiga acercándose y se abalanzó sobre aquel muerto en combate para brindarle esa brisa oxigenada. ¡Chocolate Breick pa´l muerto!
Es Susana Bejarano. Ha sabido saltar desde su primer trabajo en alguna ONG gringa financiada por el Imperio allá por 2004 y 2005 hasta el centro del evismo, desde el primer al último día. Se refería a Morales como “un genio”, pero se despidió del genio y se adhirió al anti-genio Arce por una sencilla razón: era el presidente. Y ya caído Arce se olvidó de sus enseres de comunicadora (que, en todo caso, sólo ella se creía aquello de comunicadora) y aceptó la candidatura a senadora por La Paz. No le importó bregar por esta ciudad siendo tarijeña. Sabe que si postula por Tarija va a ganar únicamente el aplauso familiar.
Pero, ¿va detrás de algún político indígena apoyándolo a mansalva como restregó durante esta larga andanada de días y noches? No, se olvidó de su discurso sobre el racismo y no sé qué franquicias discursivas más y puso a Carlos Macusaya, un aymara satíricamente crítico con la línea masista, a la que hoy se inscribe como su suplente. Lindo. Pero, ¿apoyo a Arce hasta el último momento? Claro que no, se subió al carro androniquista y hoy es candidata al senado.
Síntesis: fue de derecha, evista, arcista y es androniquista. Y, no es lo último: si todo ello sale mal, aún tiene al cónyuge que es samuelista. ¿En serio? Claro, gana Roosevelt y festejas, gana Stalin y festejas igual. No hay pierde. Cónyuge paga. ¿Genialidad? Sí, no lo puedo negar. Más todavía al ver los rostros de fascinación de mis muchachos universitarios. Pero, ¿izquierda y derecha juntos?, pregunta alguien. Claro, y lo que sea necesario. ¡Viva la revolución!, ¡viva la involución!, ¡viva la desvolución! ¿Existe esta última palabra? No, pero Bejarano ya la está por patentar…
Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera
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