Por: José Luis Bedregal V.
Actores de la izquierda latinoamericana, desde México hasta Chile, pasando por Argentina, Colombia o Nicaragua, observan el escenario boliviano con una aparente reticencia ideológica y justificada preocupación con relación a sus intereses.
Muchos actores de la izquierda regional—sobre todo aquellos inmersos en gobiernos o bloques multilaterales, han optado por el silencio público en referencia a sus aliados en Bolivia. Esto ocurre por tres razones: 1) Respaldar directamente a una de las candidaturas de la “izquierda boliviana”, podría tensionar otros vínculos bilaterales; 2) Movimientos como Morena en México o el Frente Amplio en Uruguay cuidan su independencia, esperando el desenlace electoral boliviano; 3) ante denuncias de fraude, autoritarismo y corrupción, prefieren no pronunciarse, por el costo político que esto podría causarles.
Cuando Andrés Manuel López Obrador en México o Gabriel Boric en Chile, caminan con prudencia, pueden hacer declaraciones de “esperanza en la continuidad de valores populares”, sin nombrar explícitamente a ningún candidato boliviano, pero marcando distancia clara de la derecha.
Frente a lo anterior, sectores de izquierda más contestatarios, pueden levantar críticas directas: cuestionan el rol de una élite política oficialista que se ha reproducido sin oxigenación, denuncian la concentración de poder, la instrumentalización del aparato del Estado, o la falta de separación entre “partido” y gobernabilidad en Bolivia.
Corrientes críticas en Ecuador y Colombia, apuntan directamente contra lo que consideran una falta de renovación y una excesiva concentración de poder. Por su parte, sectores vinculados a movimientos indígenas, mantienen una solidaridad histórica, pero condicionada a que se respete la consulta y la transparencia en la toma de decisiones.
La izquierda latinoamericana se encuentra en un cruce de caminos histórico. Por un lado, existe la fuerza del legado del proceso de cambio, que introdujo elementos como el Estado plurinacional y la reivindicación de los pueblos indígenas. Pero, por otro lado, esa fuerza está hoy atravesada por críticas no menores a un liderazgo demasiado centralizado, el de Evo Morales, con débil renovación, y con autoritarismo interno. Así, el silencio prudente de algunos dirigentes regionales no significa indiferencia, sino cálculo político: prefieren observar sin contaminarse. Otros, en cambio, extienden una mano cautelosa, reconociendo avances históricos, pero esperando señales. Hay quienes, finalmente, denuncian con claridad: el problema ya no es solo quién lidera, sino cómo se lidera.”
Si ocurre lo previsible, la izquierda en Bolivia sufrirá un duro revés el 17 de agosto y los progresistas latinoamericanos se verían obligados a reconfigurar su mapa de alianzas y su narrativa sobre Bolivia. Para muchos gobiernos y movimientos de la región, la caída del partido que durante casi dos décadas gobernó Bolivia, representaría no solo la pérdida de un aliado político, sino también el cierre de una etapa histórica marcada por el ascenso del Estado plurinacional y las políticas de redistribución social. Este vacío obligaría a algunos actores a buscar nuevos referentes progresistas en Bolivia, posiblemente más jóvenes, con agendas más democráticas y menos asociadas a estructuras partidarias rígidas.
Al mismo tiempo, esa derrota podría intensificar la autocrítica en ciertos sectores de la izquierda continental, que verían en este hecho, la consecuencia de no haber renovado liderazgos ni comportamientos.
Mientras las fuerzas progresistas más institucionalistas podrían tomar distancia para evitar el desgaste político, corrientes más radicales podrían intentar reactivar una narrativa de resistencia frente a lo que consideraran un “retroceso restaurador del neoliberalismo” en la región. En cualquiera de los casos, el cambio del control del poder en Bolivia, reordenará las correlaciones internas en la izquierda latinoamericana y pondrá a prueba su capacidad de adaptarse a un escenario regional donde ya no podrá contar con uno de sus principales bastiones simbólicos en pleno corazón de Sud América.
José Luis Bedregal V. es especialista en Gestión Pública
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera
Comentarios Recientes