El país vive su primera segunda vuelta presidencial, marcada por la falta de dólares, combustibles y el alza de precios

Bolivia enfrenta este domingo una jornada electoral inédita: por primera vez en la historia, los ciudadanos eligen a su presidente y vicepresidente en una segunda vuelta. El proceso ocurre en un contexto crítico, con una economía debilitada, escasez de divisas y una inflación silenciosa que golpea los bolsillos de millones de familias.

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Los bolivianos comenzaron a votar desde la madrugada, con los primeros sufragios emitidos por los residentes en Asia y Europa, donde la diferencia horaria adelantó el inicio de la jornada. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) llamó a participar “masivamente y en paz”, destacando el carácter histórico de estos comicios.

Los candidatos Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano (PDC), y Jorge “Tuto” Quiroga, de la alianza Libertad y Democracia Libre, se enfrentan por el control del Ejecutivo durante el periodo 2025–2030. Ambos han centrado sus propuestas en la recuperación económica y la reconstrucción institucional del país.

El desafío es enorme. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el Producto Interno Bruto cayó -2,40% en el primer semestre de 2025, confirmando una recesión económica que no se veía desde los años ochenta. Los analistas coinciden en que la falta de dólares, la crisis del combustible y la dependencia de materias primas son los principales detonantes del estancamiento.

En las calles, el panorama es evidente: filas interminables en los surtidores, precios que suben cada semana y un descontento generalizado. Para muchos votantes, el cambio político es también una esperanza de estabilidad económica.

El INE atribuyó parte del deterioro a los bloqueos de carreteras impulsados por sectores afines a Evo Morales, además del freno de créditos externos por parte de legisladores del MAS y la oposición. Mientras tanto, el Gobierno de Luis Arce, que concluirá su gestión en noviembre, insiste en que la recuperación será “gradual, pero posible”.

Más de 7,9 millones de ciudadanos, dentro y fuera del país, están habilitados para votar en 34.000 mesas electorales. El ganador asumirá la Presidencia el 8 de noviembre, con el reto inmediato de sacar a Bolivia de la recesión y restaurar la confianza en sus instituciones.

El propio Arce instó a los bolivianos a acudir a las urnas y aseguró que garantizará una transición pacífica “sin importar quién gane”.