Washington felicitó a Rodrigo Paz y el hecho marca un giro en la política exterior boliviana. El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, sostuvo una conversación telefónica con el presidente electo de Bolivia. Expresó la voluntad de su gobierno de “fortalecer la cooperación bilateral”. El contacto parece simbolizar el inicio de una nueva etapa en las relaciones entre ambos países, después de más de una década de distanciamiento diplomático.
En un comunicado oficial, el Departamento de Estado destacó que la victoria de Paz “representa una oportunidad transformadora para Bolivia y para nuestra región”, al tiempo que reafirmó su interés en asociarse con el nuevo gobierno para promover la seguridad hemisférica y la prosperidad económica.
El gesto no llega solo. Estados Unidos, junto con ocho países de América Latina y el Caribe, firmó una declaración conjunta en la que felicitó a Paz y expresó su disposición a apoyar los esfuerzos del nuevo Gobierno boliviano para estabilizar la economía, fortalecer las instituciones democráticas y abrir el país al mundo.
Para el analista Eduardo Gamarra, profesor de la Universidad de la Florida, esta llamada es mucho más que un saludo protocolar. Representa el comienzo de una recomposición geopolítica que coloca a Bolivia en el bloque de las democracias liberales, alejándola de la órbita de influencia de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
“El presidente electo actuó con inteligencia al acercarse a Estados Unidos incluso antes de ganar las elecciones. Entendió que Bolivia necesita reposicionarse internacionalmente y que hoy, Estados Unidos es un actor clave en ese proceso”, señaló Gamarra.
Según el analista, la victoria de Paz abre un escenario en el que Bolivia puede acceder nuevamente a espacios multilaterales y financiamiento internacional, algo fundamental en un momento de crisis económica. “No estamos hablando de un apoyo tipo Argentina, con 20 mil millones de dólares, pero sí de un voto favorable en instituciones financieras donde la influencia de Estados Unidos es determinante”, puntualizó Gamarra.
El profesor agregó que la política exterior boliviana vivió durante años bajo una lógica de exclusión ideológica. “Durante dos décadas, Bolivia definió sus aliados en función de afinidades políticas. Paz ahora busca recomponer ese mapa: acercarse a Paraguay, Argentina y Brasil, y tender puentes con Washington”, subrayó.
Intereses, no altruismo
Desde otra mirada, el politólogo Marcelo Arequipa considera que el gesto estadounidense debe leerse desde el prisma del interés mutuo más que del idealismo. “Las relaciones internacionales no se mueven por simpatías, sino por intereses. Estados Unidos quiere que Bolivia cambie de esfera geopolítica y salga de la influencia de los BRICS y de los países que no son afines a su política global”, explicó.
Arequipa añadió que el desafío para Bolivia será mantener el equilibrio entre la cooperación y la soberanía. “El pueblo boliviano, más allá de sus gobiernos, siempre ha sido reacio a la injerencia. Se acepta el trabajo conjunto, pero no la imposición. Por eso, este acercamiento debe darse en condiciones de respeto mutuo”, sostuvo.
En la misma línea, el analista Orlando Peralta cree que el mensaje de Washington fue “incentivador y tranquilizador”, no solo para el entorno político sino también para los mercados. “Cualquier país del mundo quisiera escuchar un mensaje así de la primera economía global. No por Trump, sino por lo que representa Estados Unidos como socio comercial y tecnológico”, apuntó.
“Ahora corresponde que Bolivia muestre madurez institucional, que haya reglas claras, estabilidad y continuidad democrática. Si el mundo percibe que somos confiables, vendrá la inversión y el respaldo financiero”, insistió Peralta.
Con este nuevo escenario, el desafío de Rodrigo Paz será consolidar un equilibrio entre el pragmatismo ideológico y la autonomía nacional. Lo que parece claro es que la política exterior boliviana ha comenzado a virar de la confrontación con Estados Unidos a la reconstrucción de vínculos estratégicos.
EL DEBER
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