Durante la administración de Luis Arce, Bolivia incrementó de manera sostenida la importación de combustibles. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 2020 y 2025 el país gastó más de $us 15.600 millones en la compra de gasolina, diésel y otros derivados del petróleo.
Curiosamente, esta cifra es comparable al récord histórico de las Reservas Internacionales Netas (RIN) que Bolivia alcanzó en 2014, cuando el Banco Central reportó cerca de $us 15.500 millones.
Actualmente, el país enfrenta la peor crisis de combustibles en dos décadas: las filas en las estaciones de servicio se multiplican y la escasez golpea por igual a agricultores, transportistas y familias.
Las cifras del flujo comercial del INE revelan que las importaciones de combustibles alcanzaron $us 899,7 millones en 2020, en plena pandemia y durante el Gobierno transitorio de Jeanine Áñez. Posteriormente, subieron a $us 2.933,4 millones en 2021, ya bajo la administración de Luis Arce, y llegaron a $us 3.478,6 millones en 2022, el punto más alto de este periodo.
Desde entonces, el valor comenzó a descender: $us 2.983,7 millones en 2023, $us 2.885,1 millones en 2024 y $us 1.941,3 millones hasta agosto de 2025. Estos números reflejan una menor disponibilidad de divisas, la reducción en los volúmenes importados y restricciones logísticas.
Durante la gestión de Arce, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) incrementó las compras externas desde Argentina, Chile y Perú, y en los últimos meses incluso gestionó importaciones desde puertos chilenos para evitar un colapso en el suministro.
El propio Gobierno admitió que el sistema de subsidios es insostenible y que la falta de dólares ha complicado los pagos a proveedores internacionales.
La paradoja es clara: nunca se importó tanto combustible como en la era de Arce, pero nunca hubo tanta escasez. La promesa de reactivar el sector hidrocarburífero terminó opacada por la caída estructural en la producción, el agotamiento de los campos tradicionales y la falta de inversión en exploración.
Incluso, entre 2006 y 2019, durante los casi catorce años de gobierno de Evo Morales, Bolivia importó combustibles por un valor acumulado de más de $us 10.330 millones, según datos del INE compilados por el IBCE.

Análisis

Los datos revelan una dura realidad: el nuevo Gobierno de Rodrigo Paz, que asumirá el 8 de noviembre, recibirá un país atrapado en una crisis energética estructural. Raúl Velásquez, investigador de la Fundación Jubileo, advierte que Bolivia ha perdido su seguridad energética. 
Los ciudadanos ya no pueden acceder de manera continua ni a precios razonables al diésel y la gasolina, mientras las filas se extienden durante horas o incluso días, generando serios problemas a los productores.
“Hoy, al salir de las ciudades, uno se encuentra con litros de diésel a 18 bolivianos o más; eso demuestra que la seguridad energética está quebrada”, comentó. 
Velásquez explicó que el país depende en un 80% de la energía que proviene de los hidrocarburos, lo que hace que cualquier caída en la producción local sea crítica. 
“Lo que un país no produce tiene que importarlo, y ese es el gran problema de Bolivia. Desde hace diez años la producción de hidrocarburos líquidos ha ido en descenso, y hoy el Gobierno se ve obligado a importar combustibles para abastecer a la población”, concluyó. 
El exministro de Hidrocarburos Álvaro Ríos ha señalado que la actual escasez de combustibles en Bolivia es el resultado directo de una crisis estructural en YPFB y de la falta de divisas que impide realizar las importaciones necesarias. 
Según Ríos, la empresa estatal carece de liquidez para pagar a los proveedores internacionales, lo que ha detenido los envíos de gasolina y diésel. 
“El país necesita conseguir mucho efectivo o establecer acuerdos de pago diferido o a crédito para poder abastecerse. Si no se toman medidas de inmediato, la crisis se agravará y la credibilidad del nuevo Gobierno se verá seriamente afectada”, advirtió. 

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En declaraciones recientes, YPFB reconoció que el abastecimiento de combustibles en Bolivia está operando “al límite” y atribuyó las fallas a la falta de divisas necesarias para las importaciones. 
En esa línea, el presidente Arce, en un acto público, responsabilizó a la falta de dólares, consecuencia —según dijo— de los créditos que no fueron aprobados por la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP).
Anteriormente, el ministro de Hidrocarburos, Alejandro Gallardo, afirmó que la autonomía para el suministro de gasolina es de apenas tres días y “menos de uno” para el diésel, debido a que las compras externas no pueden concretarse por la falta de divisas.
La era Arce quedará marcada como el periodo en que Bolivia importó más combustibles que nunca y, sin embargo, no tuvo gasolina ni diésel para mover su economía. El país quemó divisas, agotó sus reservas y perdió capacidad productiva. Lo que alguna vez fue símbolo de soberanía energética hoy se ha convertido en su talón de Aquiles

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