“¡Todos a San Francisco!”. Fue la consigna política previa al 10 de octubre de 1982. Convocaba a asistir a la materialización del retorno de la democracia a Bolivia, después de una sacrificada lucha contra las dictaduras militares. También fue el llamado para ver y escuchar los discursos de quienes iniciarían el largo camino que en estos 42 años ha sorteado obstáculos, abusos, robos, atropellos, sabotajes y el peor golpe que podía recibir con el fraude perpetrado por Evo Morales, Álvaro García Linera y el masismo el 20 de octubre de 2019, poco después del aniversario número 37.

Hoy, la democracia boliviana enfrenta el riesgo de quedar proscrita por el prorroguismo arcista que podría intentar quedarse en el poder, apuntalado por alguna sentencia del Tribunal Constitucional u otra maniobra inconstitucional. Pero, también podría convertirse en una abierta dictadura si el evismo retorna al poder “por las buenas o por las malas”, tal como lo adelantaron Morales y sus seguidores.

La persecución, la violación de los Derechos Humanos, las detenciones por razones políticas y la instauración de una verdad oficial, entre otros actos autocráticos, se aplicarían sin mayores remordimientos, independientemente de la facción que ejerza el poder de manera ilegítima.

El desafío, por tanto, es grande. Las fuerzas y los liderazgos políticos de oposición deben tener presente en sus estrategias de poder, como elemento de primer orden, el peligro que se cierne sobre la democracia nacional.

Después de un prolongado aletargamiento, las oposiciones han activado los acercamientos, las conversaciones, los reproches y las propuestas sobre cómo aprovechar el probable escenario electoral con la impensada división del MAS en bloques dispuestos a liquidar al rival interno para mantenerse en el gobierno o volver a él y no dejarlo nunca más.

Este 8 de octubre, a cuatro días del 42 aniversario de la restitución del proceso democrático en el país, Samuel Doria Medina lanzó su plan de soluciones económicas para sentarse en la mesa de las negociaciones con propuestas concretas que hacen a la columna vertebral de cualquier futuro gobierno que no sea del MAS. Quiere ser quien tome el estandarte, pero sabe que aún hay camino por andar. Todo se definirá en enero de 2025.

Una tarea importante para las oposiciones partidarias será superar la estigmatización en torno a las coaliciones en el país, así sean presentadas eufemísticamente con el rótulo de “unidad”. La o las alternativas que logren llegar a la papeleta electoral tendrán que pasar necesariamente por la conformación de frentes sobre la base de ideas y planteamientos para encarar el inicio del postmasismo.

No deberían avergonzarse de la “forma coalición” y más bien tendrían que estar pensando en dotarse de un conjunto de reglas internas que apunten al cumplimiento de los objetivos colectivos y eviten los chantajes y los líos por intereses cortoplacistas.   

Recuperada la democracia en 1982, se inició una etapa de alianzas políticas en el país que fueron el soporte de la estabilidad política en la década de los 80 y parte de los 90. Dieron paso al plan de ajuste o Decreto 21060, la reforma parcial de la Constitución, leyes fundamentales como la de Participación Popular, la creación de la Defensoría del Pueblo y el surgimiento de las diputaciones uninominales, entre otros avances fruto de los acuerdos políticos.

Sin embargo, democracia pactada también defeccionó en juntuchas articuladas solo por la angurria de poder que terminaron expropiando la voluntad del soberano, haciendo de la corrupción moneda de uso corriente, vinculando a líderes y cúpulas partidarias con el narcotráfico y divorciándose de las necesidades de la gente, sobre todo de los sectores empobrecidos.

De ahí la acumulación social y política que encumbró a Morales y al MAS en 2005, con una votación nunca antes obtenida por un candidato y un partido político en la etapa democrática. Pero, eso del partido único también se agotó porque resultó que el enorme respaldo popular que obtuvo repetidamente el masismo fue para buscar la eternización en el poder, destruir a quienes piensan distinto, despilfarrar los recursos públicos, corromperse con proyectos y obras faraónicas, ligarse con el narcotráfico, el contrabando y la minería ilegal.

No queda mucho tiempo, en términos y calendario de orden político. Seguramente las conversaciones se irán intensificando entre las oposiciones y lo que espera el país es una alternativa construida con gente seria, corajuda, viable y creíble.  

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera