Por: Andrés Gómez Vela
Durante años, los políticos profesionales antimasistas se preocuparon en vencer al MAS, pero no se ocuparon en hacer grande a la oposición. He ahí la explicación de sus continuas derrotas. Difícil vencer a un partido de masas enfocándose sólo en uno de sus jefes e improvisando una organización política en cada elección. En 19 años, el contexto ha cambiado. El Movimiento al Socialismo parece debilitado y la imagen de sus jefes, deteriorada. Pero… ¿creció la oposición? ¿Está fuerte?
La táctica de desgastar al MAS y a sus líderes funcionó hasta cierto punto, pero no condujo a alcanzar el objetivo estratégico: vencer las elecciones y sacar al masismo del poder. Dirás que el masismo hace fraude. Tienes razón. Afirmarás que el masismo no juega limpio. Tienes razón. Agregarás: complicado competir con reglas democráticas contra un grupo que usa armas antidemocráticas. Toda la razón. Sin embargo, pregunto otra vez: ¿está fuerte la oposición?
En la presente coyuntura, gran parte de la sociedad está predispuesta a deshacerse del masismo. En este punto, la situación es similar a 2005. Aquella vez, la mayoría se había cansado de adenistas, miristas y emenerristas y se propuso cambiarlos por cualquiera que no se les pareciera. Y lo hizo. ¿Estaba fuerte en ese entonces la oposición? Sí.
La intelligentsia nacional había trabajado durante años en fortalecerla. En los laboratorios de pensamiento de aquel entonces (las ONG) se dio un empujón al sujeto indígena y se articuló la narrativa de la necesidad de un estado inclusivo y una democracia participativa. La incidencia de las clases medias urbanas fue clave. A la teoría se sumó la práctica política del originario campesino organizado en partidos.
En la actualidad, el oficialismo parece débil, la oposición también. El oficialismo tiene líderes desgastados, la oposición también. El oficialismo tiene su narrativa agotada, la oposición también. El oficialismo tiene un sujeto devaluado, la oposición carece de sujeto aglutinante. Conclusión: la debilidad del masismo no fortalece a la oposición. Entonces, ¿a dónde van esas energías que pierde el oficialismo? A la bronca sin dirección.
Sin embargo, la oposición tiene una ventaja. La mayoría de los ciudadanos está decepcionada del masismo, pero aún no divisa a la oposición como una ilusión en el horizonte. Quizá aún no supera el trauma de la crisis de 2019-2020, cuando echó del poder al tirano y casi de inmediato constató que derechistas e izquierdistas se parecían bastante en el ejercicio del poder.
Dadas las nuevas circunstancias, la oposición debería cambiar su forma de encarar el desafío 2025. Para empezar, como dije al empezar este artículo, debería dejar de enfocar su atención en el masismo y enfocarse en sí misma hasta hacerse grande. ¿Cómo? Buscando al electorado con bronca acumulada y convertirlo en fuerza política.
Veamos. En casi todas las elecciones de la era masista. Un tercio del electorado casi siempre votó por la oposición. El voto duro del MAS es otro tercio. Queda un tercio flotante que viene a ser el voto posible para ambos bandos. El masismo logró la adhesión de una gran parte de este tercio, excepto en 2019. Esa vez, una parte cambió su voto. Por eso, el MAS recurrió al fraude. En las elecciones de 2020, la oposición sumó el 43 por ciento (Comunidad Ciudadana y Creemos), pero la mayor parte del tercio flotante volvió a los brazos del masismo al ver que los posibles reemplazantes parecían peor.
En este contexto, la oposición debería hacerse, además de la primera (¿es fuerte la oposición?), dos preguntas más: ¿por qué la gente tendría que votar el 2025 por la oposición de siempre que tiene los candidatos siempre? ¿Sólo porque está cansada de los oficialistas de siempre? Las respuestas no sólo replantearán la forma de pensar de los precandidatos opositores respecto al tercio flotante, sino que pondrá un mapa con las vías para llegar al elector que le podría llevar a Palacio.
Antes de acercarse, debe saber que la mayoría del electorado blando está informada. Por eso, no le hace gracia que le digan que si el masismo fracasó en hacer de Bolivia una Suiza, ahora su oponente hará de Bolivia una Dubai. Sabe que le están mintiendo. Después de 18 años mendaces, olfatea a kilómetros al demagogo.
Este tercio flotante tiene dos preocupaciones: su estabilidad económica y la institucionalidad democrática. Sabe que ésta es de vital importancia para que funcione aquella. En ese sentido, dos factores a considerar: el mensaje y la pertenencia. El mensaje no sólo tiene que ser creíble, sino difundido por alguien creíble. En términos de pertenencia, está alejado del sujeto indígena, pero no enemistado. Es más global porque se siente a gusto con su mestizaje social, cultural y político. Comprenderlo en su verdadera dimensión transformará la mente de la oposición y le ayudará a descubrir el camino de la acción que transformará la bronca en fuerza política orientada.
¿Qué hay de la organización política? Sin estructura partidaria difícil ganar una elección. Urge una organización de cuadros de clase media y algo de masas con dos componentes ineludibles: reglas de juego claras y participación. En una palabra, democracia interna: decisiones asumidas con la participación de los militantes, elecciones internas y respeto a las reglas de juego. Los partidos con dueño o cúpulas oligarquizadas que definen todo a dedo ahuyentan a las clases medias.
Por supuesto, la oposición no debe descuidar su voto duro. Sin embargo, no basta con alimentar su ira. Podría poner un puente delante de sus electores para que interactúen con la gente que votó por el MAS y que ahora está arrepentida o cansada. ¿Interactuar para qué? Para darles la bienvenida a la nueva corriente sin recriminarles por haberse equivocado y demostrándoles que hay futuro.
En su objetivo, la oposición no tendría que ignorar el voto duro del MAS. También hay agotamiento. El único pegamento que lo une es el componente étnico. El ideológico (izquierda) languidece. Con el tiempo se ha vuelto pragmático. En sus filas, hay gente dispuesta a apoyar otra opción si divisa resultados positivos más allá del MAS.
Craso error insultarlo o menospreciarlo. Mejor, inducirlo a cambiar sus marcos mentales. La agresión los cohesiona porque enciende su miedo a la exclusión si vuelve la “derecha” al gobierno.
¿Qué tal si en lugar de restarles valor agregarles valor viéndolas como personas con otra forma de pensar? Dividir este voto al menos en un mínimo porcentaje sería un paso grande.
Si la oposición piensa en vencer el 2025 confiada en la debilidad del masismo, quizá vuelva a perder. En cambio, si piensa primero en sí y en hacerse grande, podría ganar ampliamente. Una oposición grande tendría millones de ojos para vigilar el voto en las elecciones nacionales de 2025 y evitar otro fraude. Y si el masismo quiere quedarse en Palacio por la fuerza, la oposición tendría la fuerza necesaria para volver a recuperar la democracia.
Andrés Gómez es periodista y abogado.
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