En medio de tensiones políticas y críticas al proceso, Bolivia celebró elecciones para renovar parcialmente a los altos magistrados del Órgano Judicial. La jornada, aunque marcada por desafíos logísticos y cuestionamientos sobre la utilidad de este sistema, transcurrió en un ambiente mayormente pacífico, según informes del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Óscar Hassenteufel, presidente del TSE, destacó la alta participación y confió en que los votos blancos y nulos, predominantes en elecciones pasadas, disminuyan esta vez. Sin embargo, reconoció la necesidad de mejorar la comunicación sobre los candidatos y el proceso electoral, un aspecto señalado por los ciudadanos.

El carácter obligatorio del voto en Bolivia suele garantizar una alta participación, aunque las elecciones judiciales enfrentan escepticismo. En las dos versiones anteriores (2011 y 2017), más del 50% de los votos fueron blancos o nulos, cuestionando la legitimidad del sistema. Este año no fue la excepción en cuanto a críticas: hubo retrasos en algunas mesas por la ausencia de jurados electorales y dificultades logísticas, como largas filas para obtener certificados de impedimento. A pesar de ello, el TSE aseguró que estos inconvenientes se resolvieron oportunamente y reiteró la seguridad del sistema, prometiendo resultados finales en tres días.

Mientras tanto, el país reflexiona sobre el impacto de estas elecciones en un sistema judicial ampliamente criticado por su falta de independencia. A pesar de las críticas, figuras como el alcalde paceño Iván Arias y el senador Erik Morón destacaron la participación ciudadana como una señal de esperanza. Para muchos, el desafío no termina con estas elecciones: representa una oportunidad para impulsar un cambio estructural en la justicia boliviana, cuya transformación sigue siendo una deuda pendiente con la sociedad.