Por: Valeria Vargas Torrez
Hoy Bolivia cumple 200 años de vida independiente, dos siglos de historia marcan el pulso de un país que logro resistir, reinventarse y persistir, incluso en medio de las peores tormentas. La conmemoración del Bicentenario nos encuentra en un escenario complejo, atravesado por múltiples crisis, una economía debilitada, un escenario político profundamente polarizado, una institucionalidad cuestionada y un futuro incierto que se disputa en las urnas.
Vivimos en un país electoralizado, donde cada decisión tiene un cálculo, cada discurso una estrategia, y cada paso una consecuencia política. Pero también vivimos en un país lleno de dignidad. Un país que, a pesar de sus fracturas, se levanta todos los días gracias a la fuerza invisible y constante de millones de bolivianos que trabajan, que sueñan, que luchan.
En los mercados, en las minas, en las calles, en los medios, en las aulas, en los hospitales, hay un país que no se rinde. Que no necesita cámaras ni aplausos para seguir empujando el destino común. Son esas manos callosas, esos rostros curtidos por el sol, esos jóvenes que no pierden la fe en el cambio, esas mujeres que sostienen la vida en lo cotidiano, los que verdaderamente han construido estos 200 años.
El bicentenario no es solo una fecha, es un llamado. Un punto de inflexión, una oportunidad para pensar en qué tipo de país queremos ser y cómo vamos a lograrlo. Bolivia necesita más que nunca un pacto ciudadano que recupere el sentido de unidad, de proyecto común, de democracia viva. Necesita voces que unan, no que dividan; políticas que construyan, no que destruyan; y una ciudadanía activa, informada, crítica y esperanzada.
Hoy no solo celebramos la independencia que nos dio soberanía. Celebramos también la rebeldía que nos trajo hasta aquí, la valentía que nos sostuvo en tiempos difíciles, y la esperanza que nos empuja hacia adelante. Porque, aunque el presente nos duela, aunque el futuro nos preocupe, Bolivia es más grande que sus crisis. Bolivia es su gente y su gente no se rinde.
Son 200 años y Bolivia sigue viva, herida, sí. Inquieta, también… Pero de pie, porque un país no se define solo por sus gobiernos o por sus crisis, sino por la fuerza de su pueblo. Y el pueblo boliviano, es su mayor riqueza.
Y nunca olvidemos la frase de nuestro himno: ¡Morir antes que esclavos vivir!
Por Valeria Mariana Vargas Tórrez
Comentarios Recientes