Orden de desalojo genera indignación y movilización en defensa del animal
Hace nueve años, un fiel compañero llegó al Hospital de Segundo Nivel de la Villa Primero de Mayo tras la muerte de su dueño en ese mismo centro médico. Desde entonces, “Chuto”, un perro leal, nunca abandonó el lugar, esperando quizás el regreso de quien alguna vez fue su guía. Con el paso del tiempo, este can se convirtió en parte esencial de la vida cotidiana del hospital, ganándose el cariño y cuidado del personal de salud y los vecinos de la zona.
Sin embargo, en las últimas semanas, una decisión del subdirector administrativo del hospital, Wilson V., ha generado una fuerte polémica. El funcionario ordenó el desalojo de “Chuto”, adoptando una actitud que muchos consideran autoritaria y despiadada, incluso con señales de maltrato hacia el animal. Ante el temor de que el perro pudiera ser retirado forzosamente o desaparecer, algunos vecinos decidieron llevarlo temporalmente a una casa segura. Pero lo sorprendente ocurrió: “Chuto” escapó y regresó por su cuenta al hospital, demostrando que ese lugar es, y siempre ha sido, su hogar.
La historia de “Chuto” no pasó desapercibida. La Asociación Protectora de Animales Santa Cruz (APA-SCZ) compartió su caso en redes sociales, generando una ola de solidaridad en favor del can. Vecinos, trabajadores del hospital y defensores de los derechos animales han exigido la intervención de Zoonosis y la subalcaldía de la Villa Primero de Mayo para garantizar que el perro pueda quedarse en el lugar donde ha vivido durante casi una década.
La indignación creció tanto que organizaciones defensoras de animales y ciudadanos convocaron a una protesta este viernes frente al nosocomio. Además de pedir la permanencia de “Chuto”, exigen la remoción del subdirector administrativo, a quien acusan de insensibilidad y maltrato hacia el animal.
Esta situación refleja no solo el amor y la lealtad de un perro hacia su dueño, sino también la capacidad de una comunidad para movilizarse en defensa de un ser vulnerable. “Chuto” ya no es solo un perro; es un símbolo de resistencia y afecto en un lugar donde la vida y la muerte se cruzan a diario. Su historia sigue latiendo en cada rincón del hospital, mientras cientos claman justicia para que pueda quedarse en el hogar que eligió hace nueve años.
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