“Después de mí, el diluvio”, dijo Luis XV, penúltimo rey francés antes de la Revolución; “El sol se va a esconder y la luna se va a escapar, y todo va a ser tristeza para nosotros”, dijo García Linera en 2015, pidiendo apoyo para Morales.
El 26 de junio, nuevas polémicas frases se registraron en la historia: “Queremos restablecer la democracia. El pueblo no tiene futuro”, dijo el general Zúñiga, mientras los militares tomaban el centro del poder político; “Necesitamos que el pueblo boliviano se organice en contra del golpe de Estado”, dijo el presidente Arce, en respuesta a Zúñiga. ¿Qué tienen en común estos actores? ¿Cuáles son las consecuencias de sus actos?
La retórica fatalista de que solamente ellos pueden salvar al pueblo. Esta característica que comparten es una pieza fundamental de la cultura política del país, la histórica intencionalidad de polarizar a la sociedad utilizando las categorías de “pueblo” y “antipueblo” para atraer votantes, lamentablemente, ha sido bien recibida por un amplio sector de la sociedad. Dicen encarnar al pueblo, por tanto, quien se oponga a sus pretensiones estará, por definición, en contra del pueblo.
Bolivia es un país corporativizado: los políticos defienden los intereses de sus partidos, los militares defienden los intereses de su casta y los dirigentes sindicales defienden los intereses de sus organizaciones sociales. ¿Dónde quedamos aquellos que no pertenecemos a ninguna de estas corporaciones prebendales que se arrogan nuestra representatividad?
Sin duda, la primera consecuencia es la deslegitimidad que carecen de los ciudadanos, seguido de la falta de confianza y respeto hacia nuestras instituciones incapaces de hacer cumplir las normas. Según datos del World Justice Proyect (WJP) y del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), en 2023, Bolivia ocupó casi el último lugar del Índice de Estado de Derecho, encontrándose en el puesto 29 de 32 países latinoamericanos, y el 54,5% de la población encuestada tiene una percepción negativa del presidente Arce, respectivamente.
La segunda, es la revelación de una amarga verdad: diversas estructuras de poder políticas, militares y empresariales, han acumulado tanto poder económico, que les resulta fácil generar o simular golpes de Estado, o manipular resultados electorales, gozando de una impunidad legal y social vergonzante, pues no todos los bolivianos somos iguales ante la ley, estas estructuras de poder no buscan igualdad, buscan mantener sus privilegios y acrecentar sus recursos económicos.
Y la tercera, es la burlesca imagen expuesta internacionalmente. El comunicado del presidente argentino, Javier Milei, que niega el golpe de Estado fallido, es resultado de los cuestionamientos dados en el ámbito interno. No podemos negar nuestra cuota de responsabilidad respecto a la inestabilidad política, pero la misma conlleva a la crisis económica, nuestra balanza comercial es deficitaria y los recursos provenientes del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) y de Coparticipación Tributaria se han reducido sustancialmente. Necesitamos atraer inversiones, no ahuyentarlas.
“El milagro económico no es un milagro, es un proceso”, pensamiento atribuido al ganador del Premio Nobel de Economía en 1976, Milton Friedman. El mayor engaño es creer que la estabilidad y el progreso económico depende de la permanencia de una persona o partido político en el poder. No podemos esperar un cambio con los mismos de siempre y con las ideas de siempre. ¿Cómo inicia el proceso según Friedman? Defendiendo la libertad económica de las personas, pero también todas las libertades, porque la libertad es una e indivisible, basada en la cooperación voluntaria y en la dispersión del poder a través del mercado y de la sociedad.
Frédéric Bastiat, en su libro La Ley, menciona “No es cierto que la ley tenga por misión regir nuestras conciencias, nuestras ideas, nuestras voluntades, nuestra instrucción, nuestros sentimientos, nuestros trabajos, nuestros intercambios, nuestros dones, nuestras alegrías”. Debemos devolverle a la ley su misión por la cual fue concebida, que es proteger la vida, la libertad y la propiedad del individuo.
En conclusión, después del cuestionado golpe, debemos recordarlo como el momento en el cual los bolivianos encontramos el punto de inflexión donde tocamos fondo y empieza ahora la batalla de las ideas para recomponer la Bolivia que queremos. Nuestra historia no está escrita, y los que creemos en la libertad no aceptamos el determinismo.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera
Comentarios Recientes