Dirigido y coordinado por J. Ricardo Alarcón A., la obra es fundamental para leer, estudiar, entender, comentar, visualizar y criticar cómo fue esa Bolivia, fragmentada y aún en ciernes de ser conocida por los suyos
En nuestro imaginario colectivo está inmerso el volver a esos lugares comunes del pasado donde las fiestas cívicas tuvieron, en una determinada época, bajo contextos políticos y sociales siempre en conflicto, una marcada tendencia a definir narrativas sociales para la siguiente generación. Estos hitos nacionales recaen, en todo su esplendor, cada 06 de agosto, recordando la creación oficial del país. Un caso particular de este discurso fue en agosto de 1925, momento en el cual se publicó un empastado magistral conmemorando el Centenario de la entonces República de Bolivia.
Dirigido y coordinado por J. Ricardo Alarcón A., la obra Bolivia en el Primer Centenario de su Independencia es un libro fundamental para leer, estudiar, entender, comentar, visualizar y criticar cómo fue esa Bolivia, fragmentada y aún en ciernes de ser conocida por los suyos, llena de una diversidad geográfica, industrial, cultural y urbana. Obra que exhibe una imagen de un país con modernidad y progreso, dando más valor a los logros que Bautista Saavedra, presidente de ese centenario momento, había logrado en su etapa política y demostrando su capacidad como líder gubernamental.
Se nos pidió que dicha empastadura fuera del mejor material y hemos empleado en ella el más fino ‘Du Pont Fabrikoid’ […] no absorbe suciedad ni grasa; no se mancha ni palidece”, así, en la hoja suelta del empastado, se da el certificado de su garantía por su singular encuadernación. Editado por The University Society, Inc., y bajo los auspicios del gobierno, el empastado tiene un cuidado esmerado y lujoso, con viñetas bajo un estilo tiwanacota –recordando nuestro pasado prehispánico–, fotografías de diferentes lugares del país (en su mayoría tomadas por Rodolfo Torrico Zamudio) y escrito por varios intelectuales bolivianos (Daniel Sánchez Bustamante, Fabian Vaca Chávez, Rosendo Villalobos, Enrique Finot, Belisario Diaz Romero, Emilio Villanueva entre otros) haciendo sus respectivas monografías en el campo que se especializan: literatura, historia, arqueología, botánica, economía, arte, música, geografía, geología, flora y fauna.
Además, incluye las monografías departamentales con sus respectivas figuras públicas de ese momento, acompañadas al final, a excepción de Beni, de la Galería Social, segmento dedicado a mostrar en imágenes a la elite femenina de cada ciudad, junto con las familias con más jerarquía en el ámbito económico. Así, este empastado lujoso es la representación de la elite boliviana, mostrando al mundo el desarrollo industrial y tecnológico de esa escasa sociedad vista en imágenes.
Sin embargo, hubo grandes ausencias y una de esas fue el tema del sujeto indígena donde su población se halla ausente en la obra centenaria, sin ninguna imagen que muestre su realidad, ni comentario alguno sobre su estilo de vida; contradice los sentidos de unidad nacional que tocaban fibras a un escaso grupo urbano dominante. Tampoco se realza las diversas etnias aglomeradas en diferentes partes del territorio. La obra trata de invisibilizar a esta sociedad para mantener al público extranjero que Bolivia es un país de fuerte raigambre blanca y mestiza, a pesar de la mayoría indígena; aun así, sus promotores, desde el gobierno, irónicamente, intentan vanagloriarse del pasado remoto de la civilización tiwanacota y sus habitantes andinos de ese tiempo.
Otros de los defectos encontrados en la obra es la escasa y poco difundida información sobre el oriente boliviano expuestas en las monografías de Santa Cruz de la Sierra y el Beni, donde el primero solo contiene veinte páginas; mientras que el segundo, más corto aún, de ocho páginas. Son ejemplos de la nulidad que se daba a esa otra sociedad que pedía a gritos unificación territorial por ferrocarril, caminos y vías de acceso más amplias. Con estas particularidades, el tiempo y los cambios desde ese entonces, nos hacen cuestionar estas narrativas diseñadas para insertar en el corpus social boliviano las sinuosas complejidades de nuestra identidad nacional.
///OPINIÓN///
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