En Democracia, el debate político se resuelve en clivajes de carácter ideológico por proyectos de sociedad sostenidos en las militancias políticas. Específicamente en procesos electorales y en el desarrollo de las políticas públicas, el debate político destaca polarizaciones pragmáticas por liderazgos o agendas temáticas que condicen con las necesidades. Pero en Emocracia la polarización es afectiva, hecha de emociones, con comportamientos sociales gregarios, de grupos con intereses comunes que se manifiestan en las coyunturas políticas y en la vida cotidiana. Este hecho es condicionante para las estrategias de comunicación política contemporáneas en el contexto de la cultura digital.
¿Qué es la Emocracia?
La ralentización del concepto Democracia, restándole la D de demos, es decir pueblo, para dar paso a la Emocracia, referida a las emociones, es el primer rasgo de este término que hizo su incursión en la política contemporánea de la cultura digital. Se afirma que es el historiador inglés Niall Ferguson (2019) quien propone el concepto para destacar que en la actualidad las emociones y los sentimientos se imponen a la razón y a los fundamentos tradicionales de la democracia. En coincidencia, la Real Academia Española dice que Emocracia es una creación neológica con la que se expresa la idea de que gobiernan las emociones.
En Emocracia el acceso de los ciudadanos al mundo virtual, conectados por un dispositivo, los sitúa en el campo de la política ya no sólo como receptores, sino también como productores de mensajes (prosumidores), además en tiempo real navegando en el ciberespacio y viviendo la realidad con aditamentos de la existencia virtual acunada por las nuevas tecnologías de la comunicación. Obviamente que esta conversión de receptor en productor, que permite la casi-participación protagónica ciudadana en la política, se manifiesta también en sus prácticas sociales cotidianas. Lo que queremos decir es que no es un fenómeno solamente mediático, ni virtual, sino de cultura política.
Por eso, las estrategias de comunicación política en Emocracia, además de las variables conocidas, tienen que tomar en cuenta elementos como los que tomo prestados de Facundo Odasso en su obra “Emocracia: Notas para delinear la nueva realidad de la política” (2024): los Homo Digitalis como el nuevo sujeto político y el pensamiento tribu con polarización afectiva, basado en la posverdad y la exigibilidad emocional.
Estrategias con el Homo digitalis, nuevo sujeto político
El Homo Digitalis es el prosumidor por excelencia, que en su rol de ciudadano productor-consumidor-elector-activista, opera en libertad y con omnipresencia gracias a la portabilidad y movilidad que ofrece su smartphone. Por eso las estrategias de comunicación política superando la relación vertical emisor – receptor como única y central alternativa, se diseñan para alentar la producción discursiva ciudadana, ya sea reproduciendo mensajes, completándolos, recreándolos o innovándolos. Si las estrategias no contemplaran esta alternativa, de todas maneras, al margen de ellas, la creatividad ciudadana seguirá deslizándose en memes y tiktoks, o visualizándose en emojjs o emoticonos, expresión contemporánea de las emociones o estados de ánimo en signos, supliendo las palabras.
Como dice Facundo Odasso, los cibernautas pueden interpelar directamente a cualquier candidato-funcionario, cuando lo desee, desde donde lo desee, y sobre el tema que desee; es un emisor de opiniones políticas totalmente activo, apoyado en las tecnologías que han horizontalizado y segmentado el sentido de la palabra, con diálogos directos, personalizados, multidireccionales y simétricos: de todos con(tra) todos. En realidad, se trata de ciudadanos conectados en red, pero cuyo comportamiento de red se va expandiendo al de su vida diaria, cada vez más impulsiva que reflexiva, porque del mismo modo que en sus grupos de WhatsApp, donde los pulgares se imponen a la razón, viven en un estado emocional de ansiedad y de incertidumbres.
Con la ciudadanía viviendo en situación de red, se activan los dispositivos de fragmentación, de aislamiento y de ensimismamiento que modifican los modos de hacer política, porque el Homo digitalis se expone a una situación de dispersión cognitiva por exceso de datos e información, así como a situaciones de disonancia cognitiva por la sobrevaloración de lo propio y por los entornos de ambigüedad. Por esto el Homo digitalis es un ser emotivo e impredecible que se orienta por la búsqueda de la satisfacción inmediata, y reacciona y no reflexiona, decidiendo en términos estéticos de gustos o disgustos.
Esta característica ha llevado a que muchos políticos, para generar empatías incursionen en la producción de tiktoks basados en las emociones, es decir en el placer de la imagen, sin necesariamente exigirse en contenidos que transiten las formas hacia los contenidos, o los gustos hacia los intereses. Y bailan, se disfrazan, cantan, escenifican momentos jocosos y hasta hacen el ridículo sin ponerse colorados. Por esto se puede afirmar que se desarrollan formas comunicacionales afectivas que entretienen, pero que no generan argumentos de criticidad ni dinámicas políticas de lucha por el poder. Y éste tránsito del entretenimiento a la reflexión y de la emoción al sentipensamiento, es uno de los desafíos centrales de las estrategias de comunicación política en Emocracia.
Estrategias desde el pensamiento tribu con polarización afectiva
En otra dimensión de las estrategias de comunicación política en Emocracia, está el pensamiento tribu con polarización afectiva, que se condice con la vida comunicacional en burbujas digitales compuestas por pares que comparten creencias. Pasa que en una sociedad hiperpolarizada, se considera válido y bueno a aquellos factores que refuerzan las propias creencias individuales y de grupo, mientras que lo que las contradice es lo descartable. Esta realidad que se manifiesta en la dinámica de las redes sociodigitales conformándose burbujas o tribus de lealtad emocional, también se expande a la vida cotidiana, donde las agrupaciones con afinidades de carácter social-política-religiosa-cultural, son cada vez más intolerantes con los que piensan distinto.
La conformación de las redes con un pensamiento tribu deviene en una polarización afectiva de la sociedad, provocando un fenómeno político de distanciamientos y desencuentros con difícil (re)conciliación. La polarización afectiva pondera una lógica de la pertenencia al exagerar un conflicto planteándolo desde el punto de vista emocional y moral: “lo bueno versus lo malo”, expresado como un apego incondicional por lo propio y hostilidad y desprecio por los otros.
Actualmente en el país se vive esta situación en torno a la figura del ex presidente Evo Morales Ayma, acusado de casos de trata y estupro con iniciativas tanto desde la vía legal como por la mediática. En fecha coincidente a la publicación de un informe por un periodista español que coloca el tema en la prensa internacional, ocurre un presunto atentado o autoatentado, que se roba los espacios de los medios de comunicación, de las redes sociodigitales y del habla cotidiana. La identificación ciudadana con una u otra comprensión del hecho depende de la ubicación que tienen las personas y los grupos polarizados, que creen poseer la verdad, ciertamente irreconciliable con la verdad del otro. Los juicios son más emocionales que ideológicos. Se banalizan las situaciones con memes y tiktoks que no permiten análisis críticos, sino formas de descalificación y entretenimiento con un hecho que en otros momentos históricos estaría removiendo los cimientos de la política.
La segmentación en burbujas o redes sociodigitales y/o en grupos sociales de afinidad, generadoras del pensamiento tribu con polarización afectiva, aleja la posibilidad de miradas pluralistas, porque alimenta la segmentación, consolidando lo propio y generando desconfianza con todo aquello que marcha en sentido contrario. Esta situación genera estados no sólo de diferenciación, sino incluso de odio, que se expresa con mensajes haters y con fakenews articulados a expresiones de posverdad o de narrativas que distorsionan deliberadamente la realidad, apelando más a la emoción que al razonamiento lógico.
Estrategias transmediales
Un último elemento a tomar en cuenta en las estrategias de comunicación política en Emocracia, es que vivimos en estado de campaña electoral permanente. Los poderes oficiales confunden comunicación con propaganda, líderes políticos son seres obsesivos en posicionamientos de su imagen especialmente en redes, viven en estado de entropía (ilusión de poder) y los Homo digitalis que viven en estado on line 24/7, se refuerzan en sus polos de afinidad, segmentados y estancos, sin visos de aproximación, diálogo y acercamiento a los otros.
En estas condiciones, son válidas las estrategias transmediales, con una red de narrativas comunes que, en torno a una idea central, promueven la participación de diferentes medios, plataformas y productores, cada uno con construcciones discursivas desde sus propios sentipensamientos, lenguajes, géneros y formatos. Es decir que no se busca producir la verdad verdadera que se divulga buscando posicionamientos y cambios de conducta, sino que se produce para que cada prosumidor y cada medio haga sus “completaciones” interactivas al desarrollo de una misma historia cuya producción se dispersa, al mismo tiempo que se encuentra en finalidades compartidas que ganan coherencia narrativa en las apropiaciones ciudadanas que, en su individualidad y en sus burbujas, les dan coherencia a los contenidos. El desafío de las estrategias de transmedialidad en la política de la Emocracia es la búsqueda de encuentros entre los opuestos, porque las emociones no son el horizonte ni el camino, sino el punto de partida para salir del mundo polarizado.
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