Esta historia me inspira algunas reflexiones, que manifesté en la carta enviada a la UNESCO.

En primer lugar, está la importancia histórica del libro: Galileo puso todo su prestigio, ganado con sus trabajos experimentales en la Astronomía, al servicio de la revolución copernicana, llegando a arriesgar su vida ante los defensores del sistema ptolemaico, presuntamente validado por la Biblia. Luego, el hecho de que ese libro proscrito llegó a Bolivia en manos de jesuitas contrasta con el ensañamiento de otros jesuitas de la Curia por condenar a Galileo. A pocos días de la partida del padre Eduardo Pérez, es bueno recordar que hubo y hay jesuitas ejemplares y que ellos son la inmensa mayoría de esa orden.

Por último, el libro hoy custodiado en Bolivia revela el interés de un anónimo científico jesuita, seguidor de Galileo, por divulgar la nueva ciencia en el Nuevo Mundo, seguramente con mayor libertad que en Europa.

Para terminar, recordaré que recién en 1992 la Iglesia ha reconocido su error, pero sin aclarar si la culpa fue de Evo o de Lucho.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera