Por Ricardo V. Paz Ballivián

La trampa del ahorro electoral: ¿Por qué la campaña que no invierte lo necesario está condenada al fracaso?

Soy estratega político y asesor de campañas con más de tres décadas de experiencia, y sostengo que la derrota electoral más amarga es a menudo el resultado de una decisión consciente de ahorrar o evitar la inversión estratégica en momentos clave. La frase «la campaña más cara es la que se pierde» debe ser interpretada no como un rechazo al gran gasto en sí mismo, sino como una crítica al gasto insuficiente y a la mala asignación de recursos que, por ser mezquina, resulta letal.

El argumento central es el siguiente: la estrategia requiere inversión. Si la campaña no está dispuesta a gastar lo necesario para alimentar los pilares estratégicos, el ahorro es una falsa economía que garantiza la pérdida, volviendo irrelevante todo el dinero que sí se gastó.

Prioridad cero: Inversión en investigación estratégica

El error más grave de una campaña «ahorradora» es recortar el presupuesto en lo único que puede asegurar la victoria: la información. Una campaña que escatima en investigación es una campaña que opera en la oscuridad, tomando decisiones a ciegas, basándose en la intuición o en las anécdotas personales del candidato.

  1. La investigación como el seguro de la victoria

La investigación no es un gasto operativo; es una inversión de capital que reduce el riesgo de todos los demás gastos.

• Identificación del votante crítico: ¿De qué sirve gastar millones en spots de televisión si no se sabe dónde están los votantes indecisos que realmente deciden la elección? La investigación demoscópica de calidad permite segmentar y focalizar los recursos con una precisión que maximiza el retorno de la inversión de cada peso gastado en.
• Validación del mensaje: Muchas campañas perdedoras invierten en producir anuncios carísimos, pero evitan la inversión mucho menor que se requiere para testear esos mensajes con focus groups representativos. La consecuencia es que se gastan millones en un mensaje que a nadie le importa o, peor aún, que es contraproducente. Una pequeña inversión en validación salva una gran inversión en producción ineficaz.
• Gestión de crisis: No invertir en el monitoreo constante del pulso social y mediático es dejar la campaña sin un sistema de alerta temprana. El ahorro en esta área puede resultar en una crisis que se sale de control y le cuesta la elección entera.

  1. El gasto debe ser estratégico, no simplemente cuantitativo

El problema de la campaña que se pierde por ser «cara» (en el sentido de que perdió a pesar del dinero gastado) es que gastó en cosas equivocadas debido a que no invirtió en estrategia. La estrategia es, de lejos, el elemento más importante:

• La estrategia como el guion: Una estrategia bien elaborada dicta qué hacer, cuándo hacerlo y por qué. Si una campaña ahorra en la contratación de estrategas y asesores de alto nivel, o se niega a invertir en la tecnología necesaria para el microtargeting, está operando sin un guion claro.

• La batalla final de la movilización: El gasto más indispensable y a menudo evitado es el de la movilización (GOTV – Get Out The Vote). Llegar al día de la elección con una buena posición en las encuestas, pero sin haber invertido lo suficiente en el contacto directo, las llamadas, el transporte y la organización de los activistas, es la forma más común de perder una campaña por la mínima diferencia. Este es un gasto elevado, pero es el que convierte las intenciones de voto en votos reales.

El elemento más importante: La estrategia

La estrategia es el cimiento, el techo y la estructura de la campaña. Una campaña no necesita ser la más rica, sino la más inteligente en su gasto.

• La paradoja de la eficiencia: La campaña con un presupuesto ajustado que invierte fuertemente en investigación y estrategia puede permitirse gastar menos que su oponente en comunicación en general, porque sabe exactamente dónde y cómo gastar su dinero para impactar a los votantes necesarios.

• El riesgo del «ya veremos»: Las campañas que «ahorran» suelen llegar a la recta final con fondos en la caja, pero sin el posicionamiento de marca ni la infraestructura de movilización necesaria. En ese momento, es demasiado tarde; el dinero restante no puede comprar el tiempo perdido ni la conexión que no se construyó.

En conclusión, una campaña perdedora no es necesariamente la que gastó más, sino aquella que no se atrevió a hacer las inversiones estratégicas cruciales para asegurar su victoria. El ahorro en investigación y estrategia es una deuda oculta que se cobra con la derrota. La campaña que se pierde es la que confunde la austeridad con la estupidez estratégica.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera