Por: Edwin Cacho Herrera

No está conforme con lo que ha logrado en su carrera política recién iniciada. Está convencido de que su peso específico es al menos el doble de lo que le asignan políticos, analistas y periodistas cuando se refieren a él. Es codicioso y está decidido a conquistar el poder a como dé lugar.

Edmand Lara ha realizado una apuesta brava en los últimos días: separar su camino del de Rodrigo Paz, dar por finalizado el matrimonio de conveniencia que les sirvió para la llegar a la presidencia y vicepresidencia, y romper con el PDC como vehículo electoral.

Mantiene el método de llegar al poder mediante el voto popular. Persuadido de que ha sido marginado del núcleo de decisiones del gobierno al que contribuyó, según él, con el mayor caudal de votos, pretende hacerse del poder regional, conquistando la mayor cantidad de entidades territoriales autonómicas en los comicios de marzo.

Cree que es tiempo de tener lo que le corresponde: ser vicepresidente del Estado, ostentar liderazgo nacional no oficialista y exhibir gobernaciones y alcaldías bajo su control, todo al mismo tiempo.

Pese a la crisis económica, son entidades que cuentan con presupuestos anuales, tienen espacios de representación y puestos de trabajo, pueden acceder a financiamientos extraordinarios y están conectadas directamente con gente de carne y hueso, y sus necesidades inmediatas. No es nada despreciable para quien tiene hambre de poder y Lara sí que se muestra insaciable.

¿Debería renunciar a la vicepresidencia para buscar su propio derrotero político? Ni tonto que fuera. El espacio que tiene ahora es perfecto para desplegar una estrategia de diferenciación respecto de Rodrigo Paz y aparecer como alternativa en el corto plazo, ante la ausencia de oposición real en ámbitos parlamentarios y en las calles.

¿Qué o quién puede entorpecer sus planes? Evo Pueblo o Evo Morales. El caudillo también quiere recoger lo suyo en las elecciones regionales del 22 de marzo. Disputarán esencialmente el mismo electorado y, por tanto, tendrán que cambiar sus actuales estrategias discursivas, lo que debería suponer el inicio de críticas, ataques y descalificaciones entre ellos, luego del llamativo silencio de Lara y la condescendencia de Morales.

El caudillo y el vicepresidente son los más adelantados en la proclamación de candidatos a gobernadores y alcaldes. A Lara le vendría como anillo al dedo una eventual aprehensión, deportación o extradición del expresidente y eterno dirigente cocalero. El electorado de preferencia populista podría virar hacia posiciones laristas antes de pensar en otras opciones, pero nunca se sabe.

En la lista de 29 alianzas registradas ante el Tribunal Supremo Electoral hasta la medianoche del lunes 15 de diciembre, no aparecen explícitamente Nuevas Ideas Con Libertad de Lara ni Evo Pueblo de Morales, lo que no quiere decir que hayan decidido camuflarse en otras siglas o nombres partidarios para dar una sorpresa cuando se venzan nuevos plazos como el de las candidaturas a nivel departamental y municipal, el 22 de diciembre.

La apuesta política de Lara ha sido lanzada sobre el tablero político-electoral: separarse de Paz y del PDC sin abandonar la vicepresidencia, siendo la “conciencia negra” del Gobierno al que se le exige no esperar más para comenzar a gobernar, aplicar las medidas de ajuste estructural que urge el país y dejar de quejarse tanto y de administrar el país mirando el retrovisor.

Pero estamos hablando de política, del mundo en el que reina lo relativo, y los planes de poder de Lara pueden quedar frustrados por variables como la percepción del electorado. Un botón de muestra es el sondeo de opinión lanzado por el streaming Último Momento en el que se pidió calificar la actuación de Lara desde que asumió como vicepresidente de Bolivia.

El 2% de 2.338 participaciones dijo que ha sido excelente, otro 2% la calificó de buena, el 9% le puso mala nota y el 86% consideró que ha tenido una pésima actuación. En su obcecación del poder a como dé lugar, no está advirtiendo que puede terminar estrellándose electoral y políticamente, y la movida que preparó contra sus exaliados puede acabar convirtiéndose en una trampa de Lara contra Lara.

Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.