Por: Edwin Cacho Herrera

Un cambio político de grandes dimensiones y profundas repercusiones se asoma a la región con el cerco militar al tirano venezolano Nicolás Maduro y el acorralamiento judicial al expresidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. Tienen por común denominador a la narcopolítica, bautizada ahora por Estados Unidos como narcoterrorismo. El cambio político se dará a partir de la lucha contra organizaciones criminales de alcance global como el Cartel de los Soles, el Cartel de Sinaloa y los negocios conjuntos que les han reportado ganancias ultramillonarias.

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Otro elemento común en ese panorama que tiende a cambiar drásticamente es el crecimiento y la impunidad que han tenidos las organizaciones narcoterroristas de la mano de la protección y el involucramiento de gobiernos y corrientes del socialismo del siglo XXI como el chavismo en Venezuela y el morenismo en México, sin descartar el apoyo que recibieron anteriormente de administraciones de corte derechista en esos y otros países de la región.

Por estas horas, Maduro chilla y patalea, mientras López Obrador calla y desaparece. Uno ha sido señalado como líder del cartel del generalato venezolano. El otro, como padrino y beneficiario del poderoso cartel fundado por El Chapo Guzmán y El Mayo Zambada, entre otros. Esas organizaciones están conectadas por el trasiego de drogas (cocaína, marihuana, fentanilo y otras sintéticas), pero también por el tráfico de combustibles, armas, seres humanos, minerales y todo lo que sirva para generar las ganancias ultramillonarias.

Estados Unidos lo sabe con lujo de detalles gracias a la información entregada por Ovidio Guzmán López e Ismael Zambada García, hijo menor y exsocio de Joaquín El Chapo Guzmán Loera. El 25 de agosto, El Mayo Zambada se declaró culpable en un tribunal de Nueva York de actividades narco por más de medio siglo, tiempo en el que, según su confesión, sobornó por décadas a políticos, mandos militares y policías. Tres brazos se han activado desde Estados Unidad en la búsqueda de la caída de Maduro, AMLO y otros personajes de otros países latinoamericanos: uno parte del ámbito judicial, otro es de carácter militar y un tercero con ribetes diplomáticos para acusar, acorralar y anular.

En caso de que el dictador caribeño sea capturado y entregado a autoridades estadounidenses, enfrentará un juicio por graves delitos que podrían costarle la cadena perpetua. El expresidente de Honduras Juan Orlando Hernández, quien convirtió a su país en puente del narcotráfico, fue sentenciado el año pasado a 45 años de prisión. Un antecedente para mandatarios y expresidentes de la región que se metieron con el narco.

Maduro no solamente es considerado como capo del Cartel de los Soles y protector del Tren de Aragua, sino como el ladrón de la democracia y de la vida misma en su país. Los venezolanos no son gobernados por quienes ganaron las elecciones del 28 de julio de 2024, los niños y jóvenes han dejado de ir a las escuelas y universidades hace meses, las instituciones públicas atienden dos veces a la semana, la inflación podría llegar a tres dígitos a fines de este año…

En cuanto a López Obrador, el acorralamiento judicial de Estados Unidos parte de la información proporcionada por Ovidio El Ratón Guzmán e Ismael El Mayo Zambada. Se esperan los datos que puedan entregar otros 53 narcos entregados por el gobierno de Claudia Sheinbaum a Washington este año, como el líder histórico del cartel de Guadalajara Rafael Caro Quintero y Leobardo García Corrales, alias Don Leo, integrante del Cartel de Sinaloa que habría realizado aportes a la campaña presidencial de Sheinbaum.

López Obrador, quien hacía conferencias de prensa todos los días, denominadas Las Mañaneras, hoy guarda un silencio sepulcral, esperando que ocurra el milagro de que Estados Unidos se desenfoque con temas de alta prioridad como la guerra en Ucrania, los conflictos en Oriente Medio y la pugna comercial con China y otras naciones.

Los remezones son evidentes en la región y pueden terminar en un sismo con declaratorias del Cartel de los Soles como banda narcoterrorista por parte de gobiernos de derecha como el presidido por de Daniel Noboa en Ecuador y de Santiago Peña en Paraguay, además de las elecciones presidenciales que se realizarán en 2026 en Colombia, Perú y Chile, y que pueden hacer que el péndulo político regional se mueva hacia la derecha.

A partir de la información que están proporcionando los capos del narcotráfico internacional y de la acción judicial-militar de Estados Unidos, la caída de Maduro ocasionará un efecto dominó para presidentes y exmandatarios colombianos, ecuatorianos, peruanos, bolivianos… Lo dicho, se asoma un cambio político de grandes dimensiones en la región, tal vez de características tectónicas.

Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera