En el área rural, especialmente la altiplánica y también en los valles, la ch’alla se considera un ritual para pedir permiso a la Madre Tierra (Pachamama) y a la naturaleza en general para realizar algún tipo de trabajo.

Con el característico sonido de los cohetillos, así amanecieron varias regiones del país desde las primeras horas de la madrugada. En medio de globos, serpentinas, confites y otros artículos que se acompañan con alcohol, vino y cerveza, los bolivianos viven este martes de ch’alla. Todo con la esperanza de tener un buen año.

Esta jornada es propicia para agradecer por lo recibido y hacer eco de algunas peticiones que se tengan a la Pachamama.

No por nada en Bolivia el feriado se extiende hasta un cuarto día. El martes de ch’alla es un símbolo de los usos y costumbres precolombinos que se ha consolidado en la actualidad y modernidad con la que el país vive y convive.

La palabra ch’alla tiene su origen en la lengua aymara y su traducción sería: “salpicar algo con algún líquido”. La ch’alla, aunque en el calendario tenga su feriado correspondiente, es en realidad “una práctica común y hasta diaria en algunas zonas del país”, según explica el antropólogo Richard Mujica.

En el área rural, especialmente la altiplánica y también en los valles, la ch’alla se considera un ritual para pedir permiso a la Madre Tierra (Pachamama) y a la naturaleza en general para realizar algún tipo de trabajo.

En los martes de ch’alla, en las zonas rurales se acostumbra dirigirse en comunidad a los cultivos o chacras para hacer la celebración correspondiente, acompañados de música autóctona con sonidos e instrumentos de viento, como las tarkas, los moseños y los pinquillos. De hecho, estos tres son parte de los instrumentos que se usan en rituales para hacer un llamado a la lluvia.

“La tradición manda que viertas alguna bebida a la tierra, riegues coca, además de haber una k’oa y una mesa con dulces y misterios. De esa manera comienza ese permiso a la naturaleza, a la Pachamama, para invitarle esta k’oa”, comenta Mújica.

En las ciudades, ese sincretismo es aún más evidente. El rito de la ch’alla o de la k’oa es un llamado a la prosperidad.

“Por eso ch’allamos nuestra casa, nuestro auto, nuestra computadora; para que todos los elementos o bienes materiales nos ayuden a prosperar”, explica el antropólogo.

También remarca que es un rito que ayuda a fortalecer lazos y vínculos de amistad, de sociedad y de parentesco. De esta manera es que la ch’alla, siendo una actividad tan cotidiana en el área rural, se convierte en un motivo de festejo en el área urbana, pues la celebración ha sido enfocada de una manera más específica.

///LA RAZON///