El Ejército de Nepal tomó el control de la seguridad tras la dimisión del primer ministro K.P. Sharma Oli, en medio de una crisis marcada por saqueos, incendios y la fuga de más de 2.000 reclusos en distintos distritos del país. El toque de queda se extendió hasta el jueves, mientras la nación atraviesa un escenario de anarquía política y social.
En un comunicado, las fuerzas armadas admitieron que, pese a su despliegue, “los actos de saqueo, incendios y pérdidas de vidas” continúan en varias regiones. En Katmandú y Pokhara se incautaron más de 30 armas y 3,37 millones de rupias (unos 25.000 dólares) producto de saqueos. Al menos 27 personas fueron detenidas por actividades violentas.
La revuelta, impulsada por jóvenes que rechazaron la corrupción y la prohibición del uso de redes sociales, derivó en el asalto al Parlamento y en el incendio de ministerios dentro del complejo administrativo Singha Durbar. El poder judicial quedó paralizado tras la destrucción de la Corte Suprema, mientras los aeropuertos permanecen cerrados bajo control militar.
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