La ex miss Bolivia aseguró que algunos olvidaron que el MAS no es de una persona, sino del pueblo; y la pelea de egos y protagonismos debilitó al instrumento.
Jessica Jordan, ex Miss Bolivia y candidata a la Gobernación de Beni, una activa militante del Movimiento Al Socialismo (MAS), ha decidido unirse a la línea que lidera Andrónico Rodríguez porque considera que representa la renovación y la unidad del proceso político.
En una entrevista con Visión 360, aseguró que ella no sigue a caudillos, sino a convicciones y principios.
¿Qué la motivó a entrar en la política partidaria?
Desde muy joven sentí una vocación de servicio. Soy beniana, crecí viendo las carencias de mi pueblo: comunidades olvidadas, jóvenes sin oportunidades y madres angustiadas por la pobreza. Después de ser Miss Bolivia y recorrer el país, entendí que mi voz podía servir para algo más que para lucir una corona. Quise demostrar que una mujer joven puede alzar la voz por su gente y marcar la diferencia. Me motivó la injusticia que veía y las ganas de trabajar por un cambio verdadero.
Entrar en la política partidaria fue mi forma de decir: “Quiero ser parte de la solución”, poner el hombro por el Beni y por Bolivia, y romper el mito de que la juventud y la feminidad son obstáculos para liderar.
¿Cómo nace su vínculo con el MAS?
Mi vínculo con el Movimiento Al Socialismo (MAS) nació de manera inesperada, pero orgánica. Tras mi etapa como Miss Bolivia, en 2009, el entonces presidente Evo Morales me invitó a sumarme al proyecto del MAS. Al principio me sorprendió; yo no tenía experiencia política, era muy joven, apenas 24 años. Pero el MAS hablaba de inclusión, de dar voz a quienes nunca la tuvieron y eso resonó conmigo. Acepté porque vi en el MAS una herramienta para ayudar a mi región, que históricamente había estado relegada.
Mi conexión con el MAS nació de esa oportunidad y de mi identificación con sus ideales: justicia social, dignidad para los olvidados y unidad de nuestro país multicultural. Fue Evo quien me dio la oportunidad, y entré convencida de que, a través del MAS, podía servir mejor a Bolivia.
¿Cuál es su experiencia en el Gobierno del MAS?
Mi experiencia en el Gobierno del MAS ha sido, al mismo tiempo, alentadora y desafiante. Alentadora, porque pude ser testigo de cambios históricos: por primera vez, los pueblos indígenas y los sectores populares llegaron al poder, y se avanzó en la reducción de la pobreza y la desigualdad. Ser parte de ese capítulo, ver a niñas del campo soñando con ser profesionales, y ver caminos y escuelas llegar a rincones olvidados, fue profundamente inspirador.
También fue desafiante: entrar a la política siendo una mujer joven, en un entorno tradicional, implicó romper muchos prejuicios. Tuve que esforzarme el doble para ser tomada en serio, prepararme y demostrar, con trabajo, que podía aportar más allá de mi pasado como reina de belleza.
¿Ahora, el MAS está en un nuevo escenario? ¿Cuál es su opinión sobre la división de este instrumento político?
Formar parte del Gobierno de Evo Morales fue una época de transformaciones profundas, pero también quedaron deudas pendientes. Ahora bien, hoy el instrumento político que es el MAS está dividido, y eso me duele. La división del MAS es, en mi opinión, una de las cosas más tristes que nos han pasado recientemente. Antes todos remábamos en la misma dirección, con un liderazgo fuerte y un proyecto común. Ahora veo dos, tres corrientes enfrentadas dentro de lo que solía ser una sola familia política. ¿Qué pasó? Creo que, con el tiempo, surgieron diferencias de enfoque, de estilo de liderazgo y quizás faltó abrir más espacios de debate interno.
Siento que algunos compañeros se olvidaron de que el MAS no es de una persona, sino del pueblo. La pelea de egos y protagonismos nos ha debilitado enormemente. Lo que antes era un bloque sólido hoy son facciones que se miran con recelo. Esta situación me reafirma en que hay que trabajar por reconciliar el instrumento político, renovar liderazgos y volver a las bases, para no traicionar el mandato que la gente nos dio hace años.
¿Por qué se alejó del entorno del ex presidente Evo Morales, del “evismo”?
No fue una decisión fácil ni improvisada. Me alejé del entorno de Evo Morales después de mucha reflexión y por fidelidad a mis principios. Durante años fui leal al expresidente, por gratitud y convicción, pero llegué a un punto en que sentí que nos habíamos desviado del camino. El “evismo”, como se le dice, empezó a volverse un círculo muy cerrado, donde cuestionar o proponer algo diferente se veía casi como traición.
¿Cuáles fueron sus observaciones?
Observé actitudes que no comparto: una tendencia a pensar que solo una persona tiene siempre la razón, dificultad para admitir errores y una confrontación constante contra nuestro propio gobierno de turno (el de Luis Arce), que no beneficia en nada al país.
Me dolió ver cómo el líder al que admiré no escuchaba a algunos de nosotros cuando advertíamos que había que rectificar rumbos. En ese entorno, sentí que mi aporte ya no era valorado, a menos que repitiera un guion impuesto. Yo no entré a la política para ser una yes-woman de nadie. Entré para trabajar por la gente. Y si el entorno de Evo ya no permitía eso, entonces era el momento de dar un paso al costado. Mis principales observaciones al “evismo” son claras: se quedó estancado en el pasado, aferrado a una narrativa y a un liderazgo único, como si el proceso de cambio fuera propiedad privada. No lo es.
¿Considera que el MAS ha cumplido un ciclo y que debe ser reemplazado o tiene la oportunidad de unificarse?
El MAS ya no es lo que fue. En su mejor momento fue un instrumento político del pueblo, una casa común donde convergían las luchas de los humildes, de los movimientos sociales, de quienes soñábamos con una Bolivia más justa. Pero hoy, tras años de desgaste, divisiones y disputas internas, se ha convertido en una porción —y no en el todo— de la expresión popular. Está en manos de una sola ala, la del “arcismo”, que priorizó el control burocrático sobre el mandato colectivo, y eso nos alejó de nuestras raíces.
La renuncia del presidente Arce a su candidatura fue un gesto político, sí, pero no cambia el hecho de que su entorno ha reducido al MAS a un aparato cerrado que ya no escucha a las bases. Y sin embargo, el pueblo sigue de pie. Por eso, hoy creo que hay algo más grande que el MAS: el bloque popular. Un sujeto político más amplio, más plural, que late en las calles, en los sindicatos, en las juventudes, en las mujeres que resisten cada día. Ese bloque popular busca unidad, sí, pero una unidad con renovación real, sin amiguismos ni caudillismos. Y esa es la esperanza que tenemos que abrazar. Yo no creo en enterrar el pasado, pero sí creo en superarlo. El MAS tiene historia y conquistas que no deben olvidarse, pero no puede ser un obstáculo para lo que viene.
¿Qué debe hacer el MAS?
Si quiere seguir siendo útil al pueblo, tiene que dejar de ser feudo de unos pocos y volver a ser instrumento del todo. Si no lo hace, será superado —y con razón— por nuevas expresiones que representen mejor al bloque popular. Hoy el desafío no es “salvar al MAS”, sino reconstruir la confianza del pueblo. Y eso no se logra con siglas, sino con ética, humildad y un nuevo liderazgo colectivo. Yo apuesto por esa renovación que está germinando. Por eso, estoy donde estoy.
Porque creo en un nuevo ciclo, donde no importa tanto el nombre del partido, sino si realmente sirve al pueblo. El pueblo ya no quiere solo unidad; quiere coherencia, verdad y futuro. Y si el MAS no está a la altura, el pueblo sabrá cómo seguir adelante.
¿Por qué eligió la línea del presidente del Senado, Andrónico Rodríguez?
Elegí respaldar a Andrónico Rodríguez porque representa la renovación generacional y la unidad que nuestro proceso necesita. Andrónico es un líder joven, pero con recorrido y legitimidad en las bases; viene de familia humilde, forjado en el sindicalismo del Trópico cochabambino, conoce de primera mano las luchas de la gente. En él veo humildad, veo sinceridad y veo futuro. Cuando conversé con Andrónico, me encontré con un joven con los pies en la tierra, que escucha más de lo que habla, que no carga los vicios de las viejas peleas. Él no busca dividir ni desprestigiar a nadie, sino tender puentes de entendimientos entre compañeros. Después de tanta confrontación, eso para mí vale oro. Elegí su línea porque creo que con Andrónico podemos recuperar la esperanza de la militancia que se sentía huérfana en medio de la pelea entre “evistas” y “arcistas”. Él encarna una vía amplia dentro del bloque popular: la vía de la unidad con cambio generacional.
¿Cómo debe entenderse su respaldo a Rodríguez?
Quiero aclarar algo muy importante: mi apoyo a Andrónico no significa que me subordine a un líder masculino ni aplauda todo automáticamente. Al contrario, estoy aquí como mujer con voz propia, sumando mi experiencia y criterio a un proyecto colectivo. Andrónico eso lo entiende y lo valora. No me siento una “seguidora ciega”, me siento una aliada en un mismo ideal. ¿Por qué Andrónico? Porque refleja la sangre nueva que clama la gente y porque ha demostrado respeto hacia todos los sectores, incluidos los que hemos sido críticos. Confío en su capacidad para aglutinar al MAS sin revanchismos, para modernizar nuestra visión sin perder las raíces. Y algo que valoro mucho: él cree en el rol de la mujer en la política; me lo ha dicho y demostrado, y eso para mí habla de un liderazgo diferente, más inclusivo.
¿Cómo se define ahora Jessica Jordan?
Me defino como una mujer, madre que quiere y lucha por un mejor futuro para nuestro país, comprometida con los principios en los que creo.
¿Cuáles son los desafíos personales que enfrenta en el marco de la política partidaria?
Mis desafíos personales en la política son enormes, pero los asumo con mucha fe y determinación. En lo inmediato, mi desafío es demostrar que se puede hacer política de otra manera. Quiero recuperar la empatía y la honestidad en el quehacer político, empezar por escuchar verdaderamente a la gente. Tengo el reto de no perder nunca de vista por qué entré en esto: para servir y no para servirme. Debo mantener mis valores intactos en un ambiente donde es fácil corromperse o desviarse. También, como mujer, tengo el desafío de seguir abriendo brecha en un mundo todavía dominado por hombres. Quiero que más mujeres jóvenes vean que sí se puede participar, opinar y liderar, sin que te minimicen. En cuanto a los objetivos país, mi mayor desafío es aportar soluciones reales a los problemas urgentes que enfrentamos los bolivianos. No puedo sola, claro, pero desde mi trinchera me comprometo a empujar propuestas y acciones.
¿Cuáles son esos problemas?
Hay escasez de productos básicos, la inflación está golpeando los bolsillos, el desempleo es alarmante, la gente ya no confía en las instituciones y el pueblo está agotado de tanta incertidumbre y confrontación. Mi desafío es contribuir a cambiar ese panorama. ¿Cómo? Impulsando la unidad entre bolivianos, promoviendo políticas económicas sensatas que frenen la inflación y generen empleo para nuestra juventud, trabajando en la reconstrucción de la confianza ciudadana mediante la transparencia y la justicia. Sé que suena amplio, pero en cada espacio en que me toque estar, empujaré en esa dirección.
¿Tiene otros desafíos más?
Otro desafío personal es seguir preparándome. La política es dinámica; por eso estoy constantemente estudiando, dialogando con expertos, con sectores sociales, nutriéndome de ideas nuevas. No quiero ser una improvisada ni una figura decorativa; quiero ser útil de verdad. Y finalmente, mi desafío es no perder la humanidad. Que el poder o los cargos nunca me hagan olvidar el dolor de una madre que no tiene qué dar de comer a sus hijos, o la mirada de un joven profesional que no encuentra trabajo y piensa en irse del país. Mi desafío es llevar esas voces conmigo y convertirlas en acciones concretas.
En este camino, habrá críticas y ataques personales, lo sé; pero tengo la piel más dura ahora y el corazón igual de sensible. No me van a desanimar fácilmente. Al contrario, cada obstáculo me da más fuerza para seguir. Mi meta final no es un puesto ni un título; mi meta es ver a Bolivia salir adelante, unida, en paz, con oportunidades para todos. Si puedo aportar un granito de arena para que eso suceda, consideraría cumplida mi misión en la política. Ese es mi compromiso y mi mayor desafío: estar a la altura de la esperanza de mi pueblo.
¿Cuál es su postura respecto a la decisión del presidente Luis Arce de declinar su candidatura a las elecciones presidenciales?
La decisión del presidente Luis Arce me parece acertada. La situación económica le quita toda posibilidad de emprender una carrera electoral. Poner el proyecto colectivo por encima de la aspiración personal es algo que todos deberían hacer. Sin duda es un golpe de timón necesario para evitar que las divisiones internas nos hagan daño. Arce entendió que, en las condiciones actuales, una lucha fratricida dentro del MAS solo le abriría la puerta a la derecha. Con su renuncia a postular, nos está diciendo: ‘Yo no puedo ganar, compañeros; únanse, prioricen el proceso de cambio antes que sus ambiciones’. Ahora, ese llamado a la unidad tiene que ser escuchado y respondido con la misma grandeza por todos los líderes del bloque popular, incluyendo a Evo. La unidad no se construye solo con palabras o gestos de un lado; tiene que haber reciprocidad.
\\Visión 360//
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