Mientras la guerra política en entre el evismo y el arcismo concita la atención de los medios de comunicación tradicionales y digitales del país, en las últimas semanas han surgido iniciativas desde las oposiciones que, en los discursos, apuntan a la unidad para enfrentar a cualquiera de las versiones del masismo en los comicios de 2025, aunque anticipan que podrían transitar por caminos diferentes hacia la conquista del poder, tal como ocurrió en las últimas cinco elecciones nacionales —2005, 2009, 2014, 2019 y 2020—.
Son, por el momento, tanteos para medir si quienes han puesto en marcha esas iniciativas son viables en el corto y mediano plazo —hacia agosto de 2025—, aunque no necesariamente como candidatos, y si las alianzas o emprendimientos unilaterales cuentan con el mínimo necesario en cuanto a respaldo popular. Encuestas y otro tipo de estudios son útiles para orientar hacia donde deberían encaminarse, tomando en cuenta que en esta ocasión el masismo se debate en la división.
Empecemos por lo último. Manfred Reyes Villa, alcalde de Cochabamba, ya está en modo campaña. Decidió transformar a Súmate, su agrupación departamental, en partido de alcance nacional mediante la recolección de 106.000 adhesiones a través del registro biométrico —adiós a los libros de firmas—; armó una bancada de senadores y diputados que llegaron al Legislativo en 2020 por otras siglas; y hasta cometió errores de lengua, como le sucedió, por ejemplo, en las elecciones de 2002, lo que provocó su caída en la preferencia electoral que no pudo ser remontada.
La conformación de una bancada con parlamentarios y legisladoras tránsfugas, algunos re-reincidentes, generó críticas dentro y fuera de su organización política. Reciclar a gente que pasó por varios partidos (MNR, Demócratas y Creemos, entre otros), indudablemente bloquea las aspiraciones de quienes están construyendo esforzadamente el proyecto político en regiones que no sean Cochabamba.
Pero, lo que le puede haber dañado su estrategia política de presentarse como una alternativa viable fue haber declarado públicamente que los cruceños solo sirven para ministros, no para integrar un binomio presidencial, cuando Santa Cruz está reclamando la posibilidad de conducir a Bolivia, no solamente en términos económicos, con su exitoso modelo de desarrollo, sino también en el plano político. Las recriminaciones vinieron de unos y otros, sin distinciones.
Y si de Santa Cruz hablamos, después de tres años alejado de la primera línea de acción política, el líder de Demócratas y exgobernador cruceño Rubén Costas volvió al ruedo con la iniciativa de reunir a los liderazgos de su región —partidarios, cívicos y ciudadanos— para firmar un acuerdo titulado “Construyamos unidad para salvar a la patria”, como paso inicial a la posibilidad de que en 2025 una opción unitaria gestada desde el oriente sea la abanderada de la lucha electoral contra el evismo o arcismo.
Aunque fue notoria la ausencia de líderes como Vicente Cuéllar, Branko Marincovic, José Luis Camacho —padre de Luis Fernando Camacho— y Zvonko Matkovic, Costas pidió a quienes buscan convertirse en candidatos presidenciales que “despojándose de intereses personales, se incorporen a la construcción de un proyecto de unidad y concertación en torno a una sola candidatura”. La propuesta está acompañada por su mantenida decisión de no presentarse como candidato presidencial, pese a tener un partido vigente a nivel nacional. Costas quiere ser el gran articulador de la unidad democrática en Bolivia.
Las reacciones favorables y el entusiasmo se frenaron cuando el propio líder de Demócratas anunció la firma de una alianza con el Alcalde de La Paz, cuestionado por su deficiente gestión municipal, su vinculación con construcciones ilegales, presuntas irregularidades en varios niveles y demagogia en la conducción de la ciudad sede de gobierno. En fin, Costas y su núcleo político habrán sopesado las consecuencias de una alianza cuyo objetivo es expandir la unidad de los líderes cruceños a otras regiones del país.
Antes de las movidas del alcalde cochabambino y del exgobernador cruceño, Vicente Cuéllar y Juan Del Granado suscribieron una alianza para forjar un polo de unidad situado políticamente en la corriente de centro izquierda que pretende atraer a sectores de los polos opuestos y a la clase media emergente que podría situarse en el centro del campo político en disputa.
Con el déficit coyuntural de no tener un partido de alcance nacional que sustente la alianza entre Cambio 25 del rector de la universidad pública de Santa Cruz y el Movimiento Sin Miedo del exalcalde de La Paz, la iniciativa que busca el complemento entre oriente y occidente tiene como tarea urgente la búsqueda de un soporte partidario que, además, tenga afinidad ideológica y programática con la alianza Cuéllar-Del Granado.
Aún queda por saber qué tipo de iniciativas emprenderán liderazgos nacionales como Samuel Doria Medina, Jorge Tuto Quiroga, Carlos Mesa y, en menor dimensión, Johnny Fernández, quien ha comenzado a tomar distancia del gobierno de Luis Arce, tras los datos preliminares del Censo 2024 que no reflejan el crecimiento demográfico de Santa Cruz departamento y Santa Cruz ciudad capital en los últimos 12 años.
También está por verse lo que harán los precandidatos que se mostraron dinámicos a principios de año en la línea de las “preprimarias” o la elección vía voto no obligatorio ni supervisado necesariamente por el Órgano Electoral de la candidatura única de las oposiciones, empeño que ha disminuido en intensidad en el segundo semestre, salvo el aporte que efectuó la precandidata Amparo Ballivián de reunir en un conversatorio virtual a tres expertos venezolanos que fueron parte de la construcción de la candidatura única que derrotó al tirano Nicolás Maduro en las elecciones del 28 de julio y que transmitieron las claves para que en Bolivia pueda darse un esquema parecido.
Los escarceos han comenzado en el terreno de las oposiciones. Hay un trecho por recorrer. El tiempo político no es holgado y hay plazos por cumplir como el registro de alianzas a fines de este año, aunque no debería ser considerado como una camisa de fuerza. La posibilidad de que Evo Morales finalmente se imponga como candidato presidencial del MAS no debería salir de los radares de las oposiciones y, más bien, puede ser el elemento que las obligue a unirse en serio para derrotar primero a la división y luego, en las urnas, al nuevo intento de eternización en el poder.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera
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