En un giro reciente que intensifica la tensión política en Bolivia, facciones leales al expresidente Evo Morales han cerrado filas en su defensa, desafiando al actual mandatario Luis Arce y al Tribunal Supremo Electoral (TSE) tras un fallo que anula decisiones claves del partido Movimiento al Socialismo (MAS). Este escenario plantea un desafío significativo para la estabilidad política del país andino.
El conflicto surge después de que el TSE rechazara las resoluciones del congreso del MAS, donde Morales fue reelegido como presidente del partido, y ordenara la realización de un nuevo congreso para elegir a la dirección nacional. Esta decisión ha provocado un alzamiento entre los seguidores de Morales, quienes ven en el fallo una maniobra política para marginar al líder indígena y sus aliados.
La respuesta de los sectores afines a Morales no se hizo esperar. Convocaron a una reunión de emergencia para el 6 de noviembre en Cochabamba, con el fin de determinar acciones en respuesta a lo que consideran un atropello a la democracia interna del partido y una injerencia indebida del TSE en asuntos partidarios. Entre las medidas propuestas se encuentran movilizaciones masivas y bloqueos de carreteras, tácticas comunes en el repertorio de protesta boliviano.
El secretario ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb), Ponciano Santos, ha sido una voz destacada en este frente, acusando a Arce y al vicepresidente David Choquehuanca de ejercer un «manoseo político» sobre el TSE. La situación se agrava con la posibilidad de que se presenten demandas penales contra los vocales del TSE, lo que podría sumir al país en una crisis institucional.
Analistas políticos observan que detrás de la decisión del TSE hay presiones del sector liderado por Arce, lo que refleja una lucha interna por el control del MAS y la candidatura para las elecciones presidenciales de 2025. Esta lucha de poder amenaza con dividir al partido y alterar el panorama político boliviano.
El MAS se encuentra en una encrucijada, con dos facciones claramente diferenciadas: una alineada con Morales y otra con Arce. La resolución del TSE ha exacerbado estas divisiones, poniendo en riesgo la unidad del partido que ha dominado la política boliviana durante casi dos décadas.
La situación es dinámica y las próximas semanas serán cruciales para determinar el rumbo del MAS y de Bolivia. Los ojos de la nación y de observadores internacionales estarán puestos en Cochabamba el 6 de noviembre, donde se decidirá el próximo curso de acción. La comunidad internacional, incluyendo organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA), sigue atenta a estos desarrollos.
Este conflicto no solo pone a prueba la resiliencia de las instituciones democráticas de Bolivia, sino que también plantea interrogantes sobre el futuro político de Evo Morales y la dirección que tomará el MAS en los próximos años. La capacidad del partido para superar esta crisis interna será determinante para su supervivencia política y su papel en el futuro de Bolivia.
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