Por: Yelka Maric

Mientras tanto, es necesario seguir señalando que el deterioro del Concejo –más allá de sus efectos inmediatos– ha sido el mayor regalo para un alcalde sin rumbo, sin control… y sin oposición.

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Faltan 290 días para el 3 de mayo de 2026, fecha en la que concluye la actual gestión municipal. A estas alturas, en La Paz se respira una mezcla de resignación y desgaste. La ciudadanía ha dejado de esperar resultados. La fiscalización directa al Ejecutivo edil es prácticamente inexistente y el Concejo Municipal atraviesa una etapa de descomposición institucional que ya no puede llamarse simplemente crisis.

Lo que debió ser una relación de coordinación entre órganos se ha convertido en un juego de desconfianzas, omisiones y silencios cómplices.

El liderazgo de Arias ha sido débil, ausente y profundamente egocéntrico. Su incapacidad para dialogar, unir y dar dirección, ha dejado un vacío que hoy se llena con la improvisación, oportunismo y caos. La ausencia de conducción política por parte del Alcalde, sumada a la fragmentación del Legislativo, ha creado la tormenta perfecta para la parálisis.

El Alcalde habla de consenso, pero jamás ha generado un espacio real para construirlo. No rinde cuentas ni responde a los instrumentos de fiscalización que solicitamos conforme a norma. La información sobre concesiones, administraciones delegadas y administración de recursos públicos se maneja casi de forma confidencial, en abierta contradicción con los principios de transparencia que deberían regir toda gestión pública.

Pero lo más grave es que, ante la inoperancia del Ejecutivo, el Concejo no ha actuado como contrapeso. Al contrario, ha contribuido activamente al deterioro institucional. La mayoría de las iniciativas legislativas no responden a una visión técnica ni estratégica. Algunas, como la Ley Municipal 499 de Fiscalización fueron aprobadas sin procedimiento, sin debate y con un fondo profundamente cuestionable. 

Este instrumento –impulsado por la concejala Lourdes Chambilla– incurre en inconstitucionalidades claras: confunde competencias, rompe la separación de órganos, usurpa funciones propias de la Contraloría General del Estado y convierte recomendaciones no vinculantes en mandatos obligatorios.

Frente a esta descomposición, el Ejecutivo ha encontrado un beneficio inesperado. Aunque públicamente el Alcalde critique al Concejo por obstruccionismo, la realidad es que un Concejo dividido, deslegitimado y torpe, le permite gobernar sin rendir cuentas. Lo que debería ser un sistema de control y equilibrio hoy simplemente no funciona. Y eso –aunque nadie lo diga en voz alta– le resulta políticamente conveniente.

En términos prácticos, con el Concejo paralizado:

•  No hay fiscalización.

•  No hay control.

• No hay oposición estructurada.

La narrativa del Alcalde intenta instalar la idea de que “el pueblo lo ama”, pero el desgaste es evidente y la desconexión con la ciudadanía es cada vez mayor.

Mientras tanto, los concejales del MAS –hoy mayoría funcional en el pleno– actúan con una irresponsabilidad alarmante. Desobedecen fallos judiciales, se eligen en sesiones ilegítimas y demuestran un desconocimiento absoluto de los procedimientos administrativos más básicos. 

Ese comportamiento, lejos de incomodar al Ejecutivo, le allana el camino. Para cualquier Alcalde sin bancada sólida, tener una oposición que se anula a sí misma es, sin duda, el mejor escenario.

Aprovecho para hacer un llamado a quienes piensan postular a la Alcaldía: por favor, escojan bien a sus concejales. Porque si no se elige bien, el Concejo puede pasar de ser una herramienta de transformación a un obstáculo para el desarrollo.

Ante esta total chacota y degradación de nuestra labor fiscalizadora, les informo que yo no seré parte del caos y seguiré remitiendo mis denuncias directamente al Órgano Central, como ya lo vengo haciendo desde hace más de 1.000 días, fecha de la promulgación de la Ley 499.

Y a la próxima gestión edil entregaré esas denuncias encuadernadas, tema por tema, con toda la documentación respaldatoria. Gane quien gane. Sin importar el color político.

Cuando todo esté dicho y hecho, y las urnas hablen en 2026, no quedará duda de quiénes se dedicaron a construir excusas, fabricar realidades paralelas y creyeron que caminar por las calles o recorrer barrios bastaba para gobernar, descuidando lo estratégico, lo normativo y lo institucional. Mientras tanto, es necesario seguir señalando que el deterioro del Concejo –más allá de sus efectos inmediatos– ha sido el mayor regalo para un alcalde sin rumbo, sin control… y sin oposición.

Yelka Maric es concejala de La Paz.