Por: Edwin Cacho Herrera
Comenzaron en realidad mucho antes del 8 de noviembre de 2020, cuando por casi 14 años le dio forma de presupuesto o de política pública a los que se despachaba el Jefe de Estado de entonces, su jefe. Pero, fue a partir de la ascensión al poder, la tarde del domingo 8 de noviembre, en el viejo Palacio Legislativo, que los embustes se volvieron imprescindibles, necesarios para engañar a unos y otros… Fue cuando comenzaron a gobernar en Bolivia de la mano con Luis Arce.
Embustes fueron, por ejemplo, los que lanzó a los rostros de los bolivianos en su primer discurso presidencial prometiendo que reactivaría la economía y reconciliaría al país que estuvo al borde de una guerra civil por el fraude electoral perpetrado por Evo Morales y Álvaro García Linera en 2019. La reactivación nunca se dio y la división política sorprendentemente se trasladó al propio MAS, ahora hecho añicos.
Embuste fue el que lanzó en Buenos Aires comprometiéndose a cuidar la silla del poder por cinco años y preparar el retorno triunfal del caudillo huido para que ambos sean mandatarios saliente y entrante del Bicentenario. Morales se creyó el cuento y cuando se dio cuenta del engaño, su delfín ya estaba embarcado en un plan para quedarse en el poder.
Embustes son también los empaquetados por la propaganda gubernamental de que es el presidente la industrialización y que junto a David Choquehuanca “sabemos a dónde vamos”. Se dedicó a poner piedras fundamentales e inaugurar empresas estatales destinadas al fracaso, así como ocurrió en el régimen de su exjefazo. Jamás se dotó de una ruta crítica para salir de la crisis multidimensional.
Embustes con tono de descaro fueron negar, en un primer largo momento, la existencia de la crisis económica en Bolivia y cuando ya no se pudo engañar a todos todo el tiempo, se comenzó a culpar al imperialismo, los organismos internacionales, la derecha interna, el evismo y sus bloqueos y la Asamblea Legislativa. En cinco como presidente, nunca admitió que entre el régimen de su predecesor y su gobierno han dinamitado la estabilidad económica de 40 años.
Embustes, uno tras otro, conformaron una cadena de excusas para intentar que los bolivianos crean que el desabastecimiento crónico de combustibles se debía a las marejadas, a las protestas evistas, al bloqueo legislativo y una especie de maldición de los dioses cuando en realidad era que no había dólares para la importación ni para pagar las jugosas comisiones a empresas intermediarias, incluida Botrading. Las filas eternas en los surtidores son un mentís a la cadena de excusas.
Embuste y con rasgos de corrupción fue liquidar el proyecto evaporítico de extracción de litio emprendido dolosamente por Morales y anunciar uno nuevo con la aplicación del sistema EDL a cargo de empresas chinas y rusas sin consulta previa, con contratos opacos y sin las regalías que le corresponden a Potosí. Lo que sí funcionó es la calculadora familiar para proyectar millonarias ganancias que generaría el litio en el marco del modelo primario exportador.
Embuste, y de los ingeniosos, fue asegurar que los créditos de más de 9 millones de dólares obtenidos por dos de sus hijos veinteañeros para adquirir la propiedad Adán y Eva en Santa Cruz y para convertirla en tiempo récord en una exitosa unidad productiva tenían como requisito la evaluación del rendimiento de ese proyecto agrícola. Muchos ya quisieran tener semejante cláusula ventajosa a la hora de tramitar un crédito.
Embusteros fueron los cerca de 40 acuerdos suscritos con los empresarios privados y productores, además de los anunciados gabinetes sectoriales que solo sirvieron para las fotos. Se hizo creer que el Gobierno tenía voluntad política para salir de la crisis de la mano del empresariado, pero el objetivo era distraer a la opinión pública que ya empezaba a exigir responsables.
Embustes judiciales hubo varios. Uno de ellos, afirmar y, en consecuencia, perseguir, secuestrar y encarcelar, a través de fiscales y jueces afines, a líderes políticos opositores con la acusación de terrorismo por un supuesto golpe de Estado en 2019. Otro fue sin duda el caso Consorcio que puso al desnudo un plan para dar un golpe al Órgano Judicial y luego desconocer a quienes serán elegidos en el presente proceso electoral.
Embuste relacionado con una pantomima fue el puesto en escena el 26 de junio de 2024, protagonizado por Juan José Zúñiga, excomandante del Ejército y excompañero de básquet del mandatario, quien comandó un intento de autogolpe aparentemente urdido por el propio Arce para revertir su deteriorada imagen. La mayoría del país no se tragó el embuste de un golpe militar y el Gobierno siguió hundiéndose en la crisis multidimensional.
Los embustes fueron moneda corriente en el período 2020-2025, en la presidencia de Arce Catacora. Pero el embuste de los embustes fue haber jurado respeto a la democracia y al Estado de derecho, y al mismo tiempo convalidar la prórroga de mandato de magistrados y magistradas del Tribunal Constitucional para que el destino de todo un país quede en sus manos y sean el instrumento de un plan de perpetuación en el poder.
La amenaza sigue flotando en los pasillos del Ejecutivo y de la justicia constitucional. ¿Hará el presidente un mea culpa en su último discurso del 6 de agosto? Por supuesto que no. Serán los bolivianos los que deban disiparla haciendo que las elecciones generales se conviertan en realidad en las fechas previstas por el Órgano Electoral (primera y segunda vuelta). Será una nueva conquista de los bolivianos que ya no están dispuestos a ser gobernados con embustes y por embusteros.
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.
Comentarios Recientes