Los gobiernos del MAS, con Evo y con Lucho, además de imponer una ideología rancia y fracasada, están haciendo pésimos negocios, que conllevan pérdidas astronómicas para su endiosado Estado.

Lo afirmado es evidente en el sector de la energía. Como hasta las piedras en Bolivia saben, importamos caro el 50% de la gasolina que consumimos y lo revendemos barato, subsidio mediante; mientras el otro 50% lo remuneramos a los productores a la mitad del precio internacional. Ese “negocio” de comprar caro y vender barato explica el déficit de divisas y el colapso del sector de los hidrocarburos, mientras la inflación continúa a trepar, desmintiendo las excusas del gobierno por no eliminar el subsidio.

No solo eso, sino que además vendemos barato para comprar caro. En efecto, las divisas de la exportación del gas al Brasil no alcanzan para comprar los combustibles que consumimos. Pues, es lícito preguntarse si es un buen negocio seguir exportando gas para importar gasolina.

El gas y la gasolina son, en el fondo, energía, que es el alimento de la economía: cuando escasea el pollo, se lo reemplaza con carne de res o con pescado. Ante la escasez de carburantes líquidos lo lógico sería bajar la demanda, reemplazándolos con otros combustibles. Ahora bien, el gobierno hace exactamente lo contrario, cuando opta por acudir a parches caros, como los agrocombustibles, en lugar de promover soluciones reales.

Desde hace tiempo hemos insistido en dos soluciones estructurales para la escasez de carburantes líquidos. La primera es a mediano y largo alcance: impulsar con decisión la transición energética, uno de cuyos pilares es la electromovilidad. No se trata solo de eliminar aranceles aduaneros, sino de construir todo un programa financiero, técnico, infraestructural y jurídico que dé al usuario seguridad para reemplazar su coche a gasolina con uno eléctrico, aprovechando las fuentes solares e hídricas, abundantes en nuestro país.

La otra solución estructural, a corto y mediano plazo, es convertir a GNV (Gas Natural Vehicular) la mayor cantidad de autos a gasolina. El negocio vicioso de exportar gas para comprar gasolina debe convertirse en el negocio virtuoso de dejar de importar gasolina, gracias al gas.

En términos numéricos, un metro cúbico de gas (mc) es aproximadamente equivalente en energía a un litro de gasolina, pero exportar un mc de gas nos reporta 0,25 dólares en bruto, al precio de 6,5 $/MMBtu que paga actualmente Brasil, mientras importar un litro de gasolina nos cuesta ¡cuatro veces más! Este es el pésimo negocio de la empresa estatal YPFB, aunque hay sospechas de que ese negocio no es tan malo para algunos de sus ejecutivos y apadrinados.

Por tanto, la solución inmediata es dejar de exportar el volumen de gas necesario para convertir a GNV el mayor número de coches, empezando por el transporte público, para no afectar la economía de los que más lo usan. La pregunta del millón es: ¿Cómo hacerlo?

Es el momento de dejar de lado el estatismo secante, asumir el mismo cambio conceptual (todavía no concretado) de autorizar la libre importación de combustibles y facilitar por parte de YPFB la inversión y la visión empresarial, garantizando con incentivos el suministro de GNV.

Ya existen modelos de negocio factibles para convertir miles de coches a GNV, con mecanismos creativos de financiamiento. El resultado será un ahorro sustantivo de divisas, la supresión “indolora” del subsidio y un corte de uñas de los que han estado (y siguen) enriqueciéndose con la crisis de los combustibles.

Lo interesante de esos modelos de negocio es que funcionan incluso si hubiera que importar gas, una posibilidad no tan lejana de continuar la insana política energética actual.

Francesco Zaratti es físico y analista.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera