En el camino hacia los comicios nacionales del 17 de agosto  la elección de los candidatos a la vicepresidencia revela una tendencia clara: priorizar perfiles que refuercen electoralmente y complementar los binomios, según coinciden analistas.

A menos de tres meses de las elecciones generales, el panorama electoral empieza a tomar forma con la definición de los binomios presidenciales. Más allá de la figura principal del candidato a la presidencia, la elección del acompañante de fórmula —el o la vicepresidenta— ha cobrado un protagonismo particular, no sólo como figura complementaria, sino como pieza estratégica para enfrentar los retos políticos y legislativos que se avecinan.

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“Depende mucho de la estrategia del candidato presidencial”, señala el analista  Marcelo Arequipa.

“Puede necesitar dos cosas: alguien que lo complemente y potencie, atrayendo a otro tipo de electorado, o alguien que simplemente refuerce su base en los sectores donde ya trabaja”.

Estas dos vías marcan la tónica de las decisiones tomadas por los aspirantes presidenciales al momento de inscribir sus fórmulas.

Sin embargo, hay un tercer elemento que, según el experto, se vuelve crucial en el contexto actual: la necesidad de presentar vicepresidentes con un perfil político fuerte, capaces de negociar y ejercer influencia en la Asamblea Legislativa.

Para el analista Rafael Archondo, la figura vicepresidencial en Bolivia es fundamental, recordó la experiencias de sucesión de los vicepresidentes a la presidencia de Bolivia.

En relación a estos comicios electorales, Archondo dice que se optó por la  elección de acompañantes complementarios, pero también algunos escogieron a sus vicepresidentes pensando ya una gestión gubernamental, es el caso de Samuel Doria Medina y José Luis Lupo.

Archondo también hizo referencia a binomios forzados ante la necesidad de la inscripción ante al Órgano Electoral, es el caso de Jaime Dunn y Edgar Uriona.

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