Por: Ronald MacLean
Javier Milei es un iconoclasta e irreverente que ha logrado lo increíble al exorcizar a más del 30 por ciento de los votantes argentinos del demonio del peronismo que ha dominado ese gran país por casi 80 años. En ello, Milei es un genio de la comunicación, la persuasión y el histrionismo. Pero sobre todo es un economista libertario que sabe de su materia. Es un hombre capaz. Un intelectual de la escuela austriaca de Economía, que ha absorbido a Hayek, von Mises y otras luminarias clásicas.
Para entenderlo se debe separar la forma del fondo. En la forma, muchas veces me irrita lo craso de su lenguaje, su tono, y principalmente su facilismo y simpleza de enfrentar los temas. Evidentemente así lo entiende la gente porque logra sintonizar con el grado de frustración, indignación y rabia de una población empobrecida y humillada por un peronismo kirchnerista que ha resultado la escoria de ese movimiento. Menem le dio tiempos mejores al peronismo, pero hoy sus seguidores ya votan por Milei.
Este libertario de melena desordenada ha resultado siendo un revolucionario; se autotitula “anarco-capitalista”, es radical, agresivo e informal. Pero en el fondo tiene dos armas poderosísimas para convencer a sus seguidores: la denuncia moral lapidaria de la “casta” peronista y su contundente lógica económica liberal/libertaria. Por fin alguien articula lo cierto respecto a esa “casta” disfrazada de socialista que está carcomiendo a nuestros países cual si fueran aves de rapiña. Milei los está desnudando de cuerpo entero. Y la gente se siente interpretada, representada y vindicada por alguien que tiene el talento y la habilidad de popularizar el pensamiento económico clásico, que puede levantar a la sociedad y la economía argentina.
Es una Revolución, así con mayúsculas, una revolución de la “clase media”, a la que se le han plegado los pobres. De aquellos que aún añoran los valores del trabajo arduo, el talento, la educación, el respeto y la honestidad. De aquellos que aborrecen la corrupción, sobre todo la hipercorrupción kirchnerista de los Fernández y, por extensión, de los Maduro, Ortega, Morales/Arce, Correa y sus mentores Hugo Chávez y los hermanos Castro.
La gran pregunta es si Milei es electo presidente, como parece ser muy probable, ¿podrá gobernar? Podría ser que su talento para comunicar y conectarse con un electorado indignado y humillado no necesariamente le sea efectivo y suficiente para administrar un país con una profunda cultura rentista “donde el que no afana es un gil”, como dice el tango. Pues él se dará de bruces con poderosísimos grupos de interés privilegiados por el estado actual de cosas, por la práctica común del “enganche”, el “conecte” y, en suma, la corrupción como cultura y experiencia colectivas.
Necesitará un excelente equipo de colaboradores de su misma escuela de pensamiento económico y social, pero además que tenga habilidades administrativas, tacto político y realismo práctico. La política es el arte de lo posible, se dice. Milei deberá avanzar en la dirección correcta, pero sin fundir bielas y quemar la máquina, como diría un Juan Manuel Fangio.
Javier Milei me produce la misma aversión que Nayib Bukele por su talante mesiánico y autoritario e irreverencia institucional. Pero quizá todo ello es necesario para articular un discurso que pueda devolverle la confianza y la fe a la gente; para mostrarles un nuevo camino, una nueva esperanza. ¡Él ha logrado popularizar un discurso liberal, el liberalismo! Y ello, en la Argentina peronista, es un verdadero milagro.
Ronald MacLean fue alcalde de La Paz y ministro de Estado.
***El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Encontrados con Gonzalo Rivera****
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